¿Cuando vais caminando y topáis
con imágenes como las que hoy os muestro, qué veis, qué observáis, en qué
pensáis, qué os sugieren? ¿Solamente rocas desnudas, matorral y algunas flores?
¿Una determinada estética? ¿Un yermo que para nada sirve?
Mirad con detenimiento y
alrededor de la descarnada osamenta veréis las arruinadas paredes de un
histórico paisaje que engulle inextricable vegetación; no lo contempláis desde
la lejanía pero entre esas moles de granito hay vida y entre ellas hubo más
vida aún que sirvió en el pasado para regenerar
los cultivos de alrededor. Han cumplido y continúan desempeñando una
función aunque a los ojos anodinos parezca mentira.
Hace tiempo escribí un pequeño artículo acerca de estos
roquedales. Podéis verlo, si tenéis interés, en http://desdefuentesdeabajo.blogspot.com/2016/02/
Para mí, ese desnudo roquedo,
“cuerpo inanimado”,- así definido por uno de mis acompañantes al preguntarle
qué le sugería, es mucho más, me
transmite formas, belleza, una peculiar estética, me transmite el ánima de lo
considerado inanimado. Allí donde parece que no hay vida, la hay; donde decimos
que no hay alma, algo que palpita se transfiere a nuestro ser, inunda nuestro
espíritu y sentimos, tenemos alma, estamos vivos…
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