¿Caminamos y descubrimos impresionantes parajes? Chandra y Gustavo, procedentes del sur de Brasil, ya lo lograron. En Casa Rural Fuentes de Abajo nos sentimos encantados.
martes, 30 de abril de 2019
UT PLACEAT DEO ET HOMINIBUS
UT PLACEAT
DEO ET HOMINIBUS.
Descendemos por el Valle Ambroz,
nos detenemos en alguno de sus bellos pueblos, contemplamos las dehesas
cuajadas de encinas e históricas ruinas, cruzamos una hermosa sierra rocosa en
la que crecen encinas y alcornoques y de
inmediato el dispar caserío de la ciudad nueva que se expande por la ladera alejándose
del espacio murado y la ciudad monumental. Ya estamos en la capital del norte
de Extremadura, Plasencia, “Perla del Jerte”, encrucijada de caminos y valles,
joya artística civil y religiosa, ciudad
fundada por Alfonso VIII a finales del siglo XII con el lema Ut placeat Deo et
hominibus, “para agradar a Dios y a los hombres”.
Adentrarse en la vieja ciudad, de
estrechas calles y edificios de escasa altura es retrotraerse en el tiempo. Su
urbanismo, constreñido en el cerco murado, rezuma Medievo a la par que inspira
placenteras sensaciones. En su interior,
una alargada y amplia plaza en la que confluyen diversas calles, donde se dan
cita los naturales y donde tienen lugar los tradicionales mercados que reúnen
los más variados frutos de las tierras colindantes. Presidiendo la Plaza Mayor,
el Ayuntamiento y el conocido Abuelo Mayorga que golpea con fuerza la campana
del edificio renacentista. Aquí y allá palacios, iglesias, conventos, escudos
solariegos, la impresionante obra de las catedrales con el sello del románico
más singular, del decorado del Renacimiento
y cómo no, de la soberbia sillería del coro, tan crítica, a veces obscena, tan
libre en ejecución del genial Ícaro placentino Rodrigo Alemán.
No sabemos si a lo largo de los
tiempos esta ciudad ha sido del agrado divino; sí sabemos que es un agradable
lugar para los humanos y que a nosotros la visita de Plasencia nos llena de satisfacción.
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