Hace rato que ha amanecido y el sol alumbra el Pico del Castañar y el Pico del Cancho.
Sopla una ligera brisa que porta el frescor húmedo de la mañana y el penetrante
perfume del jazmín y del saúco; se mecen laureles e higuera y se escucha cómo
cae el agua del caño próximo. Una jabonera salta nerviosa sobre la fuente, la
mirla reitera su canto entre los laureles, un bello jilguero se posa sobre el
suelo; el herrerillo común juguetea en
la higuera. En el cielo, golondrinas y vencejos, trazan inextricables senderos.
Reina el silencio humano y la paz es dueña del entorno que invita a contemplar y
respirar el aura matinal.
Camino
del campo, hace viento en la umbrosa Santía; es algo habitual. Murmura el
río entre los canchales y cientos de canciones se escuchan en olivos, nogales, almeces y zarceras ¡Qué
placer apreciar esta naturaleza en plenitud caminando entre los más variados
verdes, los cantos sin fin y el limpio cielo de primavera!
Los paredones del viñedo se han
vestido de tierno, limpio y brillante verde en hojas y racimos que
alborean. Luce el sol en los bancales,
el viento ha amainado y la temperatura poco a poco se eleva. El pequeño regato
fluye suavemente sobre la piedra berroqueña y
acompasa el trabajo entre las vides centenarias.
¡Qué día más hermoso y qué
agradables sensaciones mientras despampanas y te embebes de la Naturaleza
entera! Así es fácil y grato trabajar. Levantas la vista de la cepa, escuchas,
percibes fragancias, observas y fotografías la grandiosa naturaleza. Aprecias
el delicado olor de la flor de la parra bravía, el menos agradable de la mala
hierba y el sublime perfume de la madreselva. Te detienes un momento y miras la
cercana maleza; recuerdas las pequeñas fresas que crecían en la húmeda regadera,
sitúas dónde se encontraba el gran cerezo borrachino, al que solamente el
avezado Francisco le cogía las cerezas;
recuerdas el preciado grosellero junto al regato, las idas y venidas a
higos y brevas. Invisible, lejano, intermitente se escucha al cuco; más cerca
el canto que parece amenaza de la peculiar oropéndola. Incesante el ruiseñor
parece oculto entre las verdes hojas del quejigo. ¿Dónde está? Buscas, buscas y finalmente,
recompensa… Objetivo preparado, disparo y secuencia del huidizo que no cesa en
su cantar.
¿Qué fuerza tiene la naturaleza y
qué hálito nos sustenta que todo en esta mañana nos hace la vida tan bella…? ¡Ay…,
si todo fuera tan bonito y sencillo, si el mundo de esta manera fluyera…!