Naturaleza en estado puro.
Nacido en la fisura del granito ha sido capaz de agrandar la diaclasa, laminar la roca, expandir el tronco y alcanzar altura de varios metros. ¿De dónde se alimenta, hacia donde se extienden sus raíces?
Naturaleza en estado puro.
Nacido en la fisura del granito ha sido capaz de agrandar la diaclasa, laminar la roca, expandir el tronco y alcanzar altura de varios metros. ¿De dónde se alimenta, hacia donde se extienden sus raíces?
Con los ojos de hoy, al
contemplar tan abrupto paisaje de arriesgadas pendientes, de inmensos pedregales, bolos, caballeras
peñas, escurridizas lajas y lanchones, difícilmente podemos entender, valorar e
interpretar la vida que fluyó en esta tierra cuando las bocas eran muchas, las
necesidades de subsistencia acuciantes y el tiempo carecía del mercantilismo
actual. Y, sin embargo, esta hostil naturaleza, generó recursos desde remotos
tiempos hasta la segunda mitad del pasado siglo conforme a comportamientos nacidos muchos siglos atrás transmitidos de generación en generación. La
fuerza y el ingenio humano con sus animales de carga, narrias, arados
ancestrales, legones, azadones materos, destrales y otras herramientas no
mecánicas domeñó y sacó fruto al bravío paisaje hasta hace pocas décadas. Quizás, en el más lejano pasado, al amparo de
los enormes berruecos, el hombre pudo asentarse y poco a poco ir dominando la
cálida vertiente protegida de los fríos norteños, bien asistida por las lluvias del SO, aprovechar
fuentes, caza y matorrales para el ganado caprino. Más adelante, desde los
núcleos estables, el tránsito diario a los campos de labor se convirtió en
rutina, horas de camino y esfuerzo manual para seguir dominando y conservando
el medio que le proporcionaba alimento.
¿Qué permanece? Se mantiene la
roca madre, a veces solapada por el bosque o el matorral invasor, paredes de bancales arruinados, restos de construcciones dispersas y la estupenda labra de los lagares rupestres
que con avidez la naturaleza oculta. El paisaje que costó siglos conquistar
retorna al estado primigenio y la huella humana cada vez es menos perceptible