El día amaneció nublado con pronóstico de lluvia y negras nubes entre
Mirandela y Valpacos que predecían lo peor.
Tras breve organización frente al
multiusos que había servido para las ponencias de los días precedentes, el renqueante
microbús emprendía rumbo por las calles de la población para adentrarse por
serpenteantes y estrechas carreteras no exentas de pendientes acusadas. Pinares
dispersos entre grandes bloques de granito, impenetrables matorrales otrora
campos de labor y pastoreo, bellos viñedos y olivares intercalados entre la
bravía naturaleza, casas diseminadas, pequeños lugares y ausencia de
circulación mientras caían las primeras gotas y escuchábamos las explicaciones
de Augusto.
Como si Zeus, dios de la lluvia y
las fuerzas del firmamento, quisiera ser el más benigno de los dioses para los
humanos que iniciábamos nuestra jornada entre lagares, cesaron las lágrimas del
cielo en el instante que contemplábamos sobre la misma roca dos lagares de
escasa profundidad, canal de desagüe y carencia de lacus.
No muy lejos, ascendiendo
ligeramente la cuesta, nuevas estructuras, alguna de ellas de singular belleza.
En el entorno, un horno con tégulas romanas recogidas en el exterior, paredes
de antiguas edificaciones que podrían haber sido un conjunto perfectamente
integrado y por doquier verde y espesa naturaleza entre la roca madre
berroqueña.
El desbroce reciente abría camino
hacia zonas más elevadas donde nuevamente encontrábamos lagares de bella
factura y panorámicas de un paisaje montaraz abandonado a su suerte.
Después de un breve descanso
donde tomar fruta y agua, punto más elevado de nuestro itinerario, caminamos
por pequeña planicie de tierra esponjosa hace poco trabajada donde una joven viña en espaldera y
una plantación de olivo son palpable muestra de las grandes discontinuidades
del paisaje trasmontano.
Descendiendo ligeramente, otra
propiedad cuidada con esmero y un soberbio lagar con anclaje de prensa a poco
más de cien metros, inmerso el conjunto
en el selvático medio.
Cerca, un curioso lagar junto a
vieja edificación. Los bloques de granito allí encaramados para formar la
estructura denotan otro tipo de lagar más moderno pero no menos interesante. A
éste sucederá la visita de otros tres de similares características y según
parece, todos ellos integrados en el interior de edificaciones que pudieron
surgir a partir del siglo XVII y que hoy constituyen una huella ruinosa con
indudable valor para conocer el pasado de la sociedad y la economía de Tras Os
Montes.
Descendemos entre charla y
reflexiones hasta las proximidades de la corriente que acompaña nuestros pasos
hasta el lugar donde nos recoge el microbús.
A continuación nos acoge el pequeño núcleo de
Santa Valha con cielo igualmente nuboso y agradable temperatura mientras un
grupo folklórico parece disponerse a partir para actuar. Admiramos el magnífico
trabajo de la piedra granítica al tiempo que vemos ermita, iglesia y noble
edificio con inscripciones y fecha de construcción. De inmediato copiosos aperitivos
y no menos abundante comida regada con los caldos rosados, blancos y tintos del
Concejo así como el espumoso final.
Sin apena dar respiro, iniciamos
la segunda ruta de la jornada con la visita de excavaciones de difícil
interpretación que sin duda hablan de hombres y tradiciones de la geografía
trasmontana. Si complicada de interpretar es esta huella humana, la que
contemplamos en lo alto de un castro y en las siguientes excavaciones resulta
enigmática.
Desde los niveles en los que nos
hallamos, la quebrada geografía se expande entre cultivos de vid, olivo,
almendro, picones graníticos donde crece el alcornoque, el roble, el pino
invasor y el inextricable sotobosque por donde han abierto brecha para poder
visitar el patrimonio. A pie de monte, dos magistrales lagares, regalo para los
sentidos, nos proporcionan formas similares a las que conocemos de nuestros
mejores lagares serranos con la diferencia de los anclajes de prensa en ambos
lados del calcatorium en uno de ellos. ¡Qué belleza y qué increíble trabajo el
llevado a cabo en la excavación y qué maravilla volver a utilizar las antiguas
instalaciones para realizar el vino de Calcatorium que tuvimos la oportunidad
de gustar!
En el camino, una sucesión de
cruces labradas en la roca que tal vez hablan de la profunda religiosidad de
estas gentes.
Toca terminar la estancia en Portugal
y retornar a San Esteban antes de que sea demasiado tarde. El Toyota está
dispuesto y la autovía nos llevará hasta Braganca y la frontera española.
Alcañices, Zamora y Salamanca son puntos de nuestro recorrido en los que por la
premura de tiempo no nos detendremos. La meta es San Esteban de la Sierra.
Si a lo largo de nuestros años de
viajes hemos disfrutado de los mismos, este recorrido por Portugal tiene un
significado especial. Quizá nos habíamos acostumbrado a simplemente soñar sin
salir durante años de nuestro reducido mundo, por cierto espléndido. Recorrer
nuevos paisajes, hablar con tantas personas de alta preparación, topar con la
amabilidad como enseña de tantos vecinos portugueses nos ha emocionado y nos ha
hecho sentir la satisfacción interior que cualquier persona sensible
seguramente experimenta en lo más íntimo aunque no lo manifieste.
Muchísimas gracias a los
trasmontanos por su simpatía y gran
disponibilidad en todo momento cuya realidad es muy distinta de la mala prensa
que habla de ellos como retraídos y poco amables por esa influencia del difícil
territorio, la emigración y otras vicisitudes históricas.
¡Gracias a cuantas personas han
hecho posible el encuentro en este Primer Simposio Ibérico sobre Lagares
Rupestres! Sin duda, una gran experiencia.