¡Cuántas veces he mirado la
egregia montaña, los aserrados granitos de las cumbres, las laceradas rocas
grises y desnudas o vestidas por el
inmaculado ropaje blanco!
¡Cuántas veces he mirado desde
este balcón, cuántas lo he recordado con viento, nivosa ventisca, sol de la
mañana o vespertino, quietud y silencio!
Ahora contemplo las nítidas y
escarpadas laderas de verde y gris, de rocas que parecen desprenderse de la
madre cordillera, de pinos que bate el viento, de pobres escobones y punzantes
piornos. Miro hacia las hermosas Herrerías por donde culebrea la calzada otrora
transitada por legiones, por arrieros de las Cinco Villas, por las avileñas que
trashuman, por los senderistas que cruzan las montañas… Abajo Cuevas del Valle,
agazapado entre el verde de los cultivos y resinosas plantas, expuesto al
cálido sur y resguardado por los altos roquedales de los aquilónicos vientos.
Sobrecogedor mirador, con fondo de bruma, azulada lámina de agua y ordenadas
nubes, telón de fondo.
Desciendo con cautela hacia el
enorme barranco por donde discurren mermadas las aguas que afluyen hacia el
Tiétar a través del Ramacastañas. Entre bolos y lajas berroqueñas los enebros
sobreviven míseres de agua y tierra, más grisáceos de lo normal por la acusada
sequía. Los rojos tejados destacan entre la fronda de pinares y los cultivos
escalonados del soleado conjunto de Cuevas del Valle.
Sin descanso, la vía desciende
más y más hasta la villa de Mombeltrán donde el castillo emerge como señor
dominante de tierras y hombres. ¡Qué bella perspectiva desde el pequeño jardín
con palmeras y las muelas de almazara con el azulado cielo como fondo del
cuadro!
La carretera se dirige hacia
Ramacastañas, cruce de caminos y famoso por las Cuevas del Águila aunque el
gran público las conozca más como Cuevas de Arenas de San Pedro. En poco más de
veinte kilómetros hemos salvado cerca de mil metros, siempre entre la verde
fronda del dominante pinar que ha sustituido de forma gradual a los antaño
estupendos cultivos aterrazados y bosques autóctonos.
¡Qué emoción de nuevo volver a
sentir la preciosa comarca de pueblos en la vía principal, de colgados núcleos
de ladera, de la extensa selva que trepa por las cuestas, del
suave clima de influencia sureña, de ese valle fondo de saco que se abre hacia el Tiétar; de
la historia de esos hombres trajinantes, siempre en vela; de ese paisaje
luminoso que salvando las distancias tanto se parece a nuestra tierra!
Nunca me canso de mirar, nunca de
sentir, nunca de volver una y mil veces al mismo lugar. Éstas son las Cinco
Villas, las Herrerías de Ávila, las tierras al sur de Gredos, preludio de
la Andalucía de Ávila.