jueves, 9 de abril de 2020

ERA ABRIL...

Era abril..., nueve de abril de dos mil dieciséis y nueve de abril de dos mil dieciocho.

La tarde del nueve de abril de dos mil dieciséis recibía la agradable visita de  dos parejas amigas con sus hijos, antiguo alumnado de principios de los noventa. Deseosos de hablar, contarnos nuestras vidas, caminar y pasar la tarde, previa visita del pueblo, realizamos una salida de campo con la incertidumbre de la lluvia que no llegó a afectarnos. Sí pudimos ver parte de nuestro patrimonio, espectacular cielo, lejano arcoiris y fantástico atardecer.

El nueve de abril de dos mil dieciocho nevaba en San Esteban sin que la nieve llegara a cuajar. Era obligado, salvo corte de carretera, ir a Béjar a pasar la ITV del incombustible vehículo. La lluvia cesaba y la nieve permanecía en las áreas más elevadas, en zonas aisladas de la población bejarana u orillas de la carretera. Pocas veces había contemplado, en directo, estampas tan bellas de Béjar o del Valle Sangusín...











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