miércoles, 15 de abril de 2020

ENSEÑANZA UNIVERSAL


“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme,…”, así comenzaba Cervantes el primer capítulo de Don Quijote de la Mancha, para poco después, en el segundo capítulo, situarnos geográficamente en un territorio de la amplia región manchega al escribir: “Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de  sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habían saludado  con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso Rocinante, y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel”.

Es sorprendente cómo desde la pedregosa y pobre tierra del campo de Montiel, Cervantes proyecta un héroe-antihéroe que va a deshacer entuertos, que busca un mundo mejor, que busca la justicia. Quizás está pensado en la naturaleza buena de las personas, soñadoras, locas…, a veces más cuerdas que aquellas que cuerdas se consideran. Quizás está pensando en esos apartados lugares de los que nadie se acuerda hasta que surge una obra universal como el  Quijote, quizás está  pensando en la valoración de las pequeñas cosas, quizá en que la pobreza no está reñida con la belleza, quizá en que es necesaria la valoración de cuanto tenemos a nuestro alrededor.  Tanto es así, que del Quijote se desprenden lecciones que sirven para todos los tiempos y no estaría mal que releyéramos las páginas de este libro magistral y trasladáramos a nuestro mundo el sentido común que de cuando en cuando surge en medio de la locura del héroe.

Si el Quijote es universal, universal es esta superficie que se extiende entre las provincias de Ciudad Real y Albacete, una tierra calcárea en la que hallamos las Lagunas de Ruidera, también citadas en el Quijote. A lo largo de veinticinco kilómetros se extiende una sucesión de lagunas que desde los ochocientos setenta metros en la laguna Blanca descienden hasta los seiscientos cincuenta en la laguna del Cenagal, uno de los paisajes más bellos de España a pesar de la nefasta intervención humana urbanizando sin sentido, deteriorando las tobas de cierre de las lagunas, realizando sondeos y agotando los humedales, arrojando las aguas sin depurar, creando playas artificiales…

 Gran decepción sufrimos cuando por primera vez visitamos Ruidera; en nada se parecían a lagunas las de inicio en la provincia de Albacete y hasta la laguna Luenga, a pesar del nombre, no era más que un pequeño charco. Quiso la fortuna que las abundantes   lluvias y algunos entuertos subsanados nos permitieran en varias ocasiones posteriores contemplar la hermosura de las aguas retenidas de forma natural, su brillo y color, su fluir superando los diques tobáceos y creer de nuevo en los milagros de la Naturaleza y en un espacio en parte recuperado.
Mapa esquemático del libro Castilla la Mancha, Espacios Naturales.








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