lunes, 28 de enero de 2013

TARDE DE PASEO

TUMBA INCONCLUSA


TUMBA DE 1,80 POR 0,55 Y 0,40 DE PROFUNDIDAD

AQUÍ, ENTRE  PEQUEÑOS ROBLES, SE ESCONDE UN LAGAR CON PILA MAYOR DE MÁS DE DOS METROS DE LONGITUD.

MACIZO CENTRAL DE GREDOS.

 QUITAMERIENDAS

SIERRA DE BÉJAR

SIERRA DE BÉJAR

CRUZ DEL MONTE Y SIERRA DE BÉJAR

PILAR DEL BARDAL
Excelente tarde para pasear, visitar lo ya conocido, descubrir nuevas huellas de nuestra pasada Historia, charlar amigablemente en distintos lugares del camino con Juanjo y Miguel, beber vino de la bota con la familia Montero y disfrutar de las bellas perspectivas de las cumbres nevadas.

miércoles, 16 de enero de 2013

SAN ESTEBAN DE LA SIERRA: RUTA DE LOS LAGARES RUPESTRES

LA RUTA DE LOS LAGARES RUPESTRES EN EL BLOG DE www.verema.com








PAISAJES CON HISTORIA: PAJAR QUEMADO E HITUERO

PAISAJES CON HISTORIA: PAJAR QUEMADO E HITUERO.
Desde el mojón natural de la Peña del Hituero hasta las proximidades del dique de la Zorrera y desde los difusos límites de Rachón, Matón Lobero y Fresnitos hasta la Pinosa y regato del mismo nombre, se expande una ladera orientada al mediodía de irregular orografía, suave declive en la parte superior, pendiente acusada después, cóncavas cuestas, discontinuos y abundantes afloramientos rocosos, abigarrado tapiz vegetal y una ingente  secuencia de paredones que denotan el secular trabajo y explotación de la cálida vertiente.


Es probable que estas tierras de adusta externa fisonomía, gracias a otras condiciones naturales,  fueran ocupadas por el hombre desde tiempo inmemorial. La abrigada orientación, el abundante roquedo que en parte serviría de cobijo, la presencia dispersa de fuentes, la posibilidad de la recogida de frutos silvestres y con seguridad el recurso de la caza, pudieron ser razón de afincamiento y aprovechamiento humano. Más tarde, la agricultura de subsistencia y la ganadería contribuirían a la conquista  del territorio de forma gradual, conquista que con avances y retrocesos y olvido a veces de la obra de los  predecesores, culminaría en la segunda mitad del siglo XX.


En las últimas décadas del pasado siglo, el conquistado territorio producía en abundancia uva de calidad, excelentes frutos, cerezas, higos, melocotones, castañas, manzanas… y mantenía pequeños huertos esmeradamente cuidados  en los que se cultivaba de todo. Salvo los más inaccesibles pedregales, en medio de los cuales crecía el bosque y el matorral, las típicas “marrás” para las cabras, era tierra abancalada, artificialmente ganada a la naturaleza y estupendamente protegida. Hubo tiempos en los que ni un palmo de terreno útil quedó ajeno al control humano y esmerada atención que tan delicada  geografía exigía. Estrechas, serpenteantes y empinadas sendas comunicaban las exiguas parcelas. Hasta allí llegaban hombres y bestias de carga con el instrumental necesario para realizar las labores. Desde allí descendían las caballerías cargadas con los banastos de uvas u otros frutos por abismos que la incesante y necesaria labor humana reparaba en pro del mantenimiento de un paisaje, protección de sus animales y su propia subsistencia. La necesidad obligaba a la sostenibilidad; no hay duda, era garante del cotidiano sustento.


Ante la carencia de fuentes escritas que hablen de este paisaje y sus gentes es necesario recurrir a la historia vivencial de los últimos tiempos, a la lectura visual, estética y emocional y a la analítica e interpretativa a través de diferentes indicadores.
Conocemos la dura existencia y sinsabores  del pasado siglo, cuando la tierra era escasa, las bocas que alimentar muchas y cuando  se presuponía que se había llegado al techo de la conquista. Para sorpresa del habitante del siglo XX, allí había impronta humana en lugares inverosímiles que no podía interpretar y que difícilmente podía relacionar con los cultivos que él introducía. Hubo un tiempo, sin duda lejano, en el que el hombre eligió rocosos y complicados escenarios para su actividad y como siempre que se elige un lugar existe alguna razón. ¿Fue una especial querencia humana por aquellos miradores y solanas, superpoblación relativa, el mejor de los sitios para determinado cultivo y forma de laborearlo, el área más cercana y con mejores condiciones para la posible comercialización…?   No lo sabemos a ciencia cierta. De lo que no hay duda es de la existencia de indeleble huella, unas veces en zonas explotadas para el cultivo durante el siglo XX y otras en terrenos solamente aptos para las cabras.


Cuando contemplamos el hosco y a la par atractivo paisaje  nos preguntamos si  la seducción que sentimos, visual, estética y emocional pudo sentirla en algún momento el habitante primitivo. Seguramente, el viejo poblador vio cada día los más bellos amaneceres entre las sierras del naciente y los vaticinadores ocasos observando las montañas de la Sierra de Francia, recreó la vista en las grandiosas  perspectivas de  ambas sierras y admiró a su forma  la estética de los roquedales, de las peñas caballeras, de las grandes bolas de granito, de las bravías y agrestes pedreras, de los madroños y robles aferrados a la roca, de la inaudita belleza del lirio solitario, del brote tierno del roble, del pálido amarillo del narciso, del color de primavera que inunda de perfume la tierra,  del encendido otoño de contrastados colores, de los días azulados y los otoñales días de nieblas sobre cumbres y laderas.¿ Fue así… o nuestros antepasados solamente pensaron en la subsistencia? Es difícil conocer cuáles fueron sus sentimientos y creencias; es más sencillo conocer la herencia que ha quedado impresa en piedra.



La herencia de siglos de existencia son los cientos de bancales en gran parte arruinados en la actualidad, los caminos perfectamente deslindados que cubre la maleza, los restos de corrales y casetas, las piedras de presumibles circulares chozos o viviendas, los hitos de antigua propiedad, la vieja y frustrada minería de la Peña, las pozas y fuentes de las que se han adueñado juncos, zarzas y saucedas, la diversidad de lagares y no olvidemos, la más subyugante naturaleza.


A pocos kilómetros de la zona en cuestión discurrió la Ruta Tartésica, más tarde la conocida Ruta de la Plata y es sabido que los pueblos prerromanos, entre ellos los vettones, tuvieron contactos con otros pueblos del sur influenciados por el Mediterráneo. No sería descabellado pensar, hay quien ante las imágenes sitúa algunos de los lagares en época prerromana,  que estas tierras fueran en aquellos tiempos ocupadas y que poco a poco desarrollaran casi un monocultivo a la vista de sello tan extendido.
No faltan interrogantes acerca de estos paisajes. Es sabido que Hituero  significa hito, mojón o límite y que en el lugar se encuentra vieja minería que pudo ser iniciada en época romana. También es sabido que en este lugar en el siglo XIV se cazaba el oso pero hay quien se pregunta si no sería anteriormente límite entre tribus primitivas, si no sería el mojón entre los Reinos de Castilla y León  como lo es entre las Sierras de Francia y Béjar y entre municipios de una y otra comarca.  
A estas alturas del siglo XXI, tras escudriñar tan humanizado paisaje y descubrir  los vaivenes históricos en el mismo, nos preguntamos si la fase de destrucción, iniciada en las últimas décadas, seguirá por estos derroteros o si algún día la nueva sociedad volverá a obtener fruto de la tierra que hoy se abandona.

Ante el voraz avance de la naturaleza que, oculta tantas y tantas huellas, no queremos dejar pasar la oportunidad de mostrar en imágenes algunos de los bellos recursos que aquí se encierran. Son parte de trabajo en elaboración y a la espera… 
Joaquín Berrocal Rosingana.







domingo, 13 de enero de 2013

RECUERDOS Y NOTAS DE VIAJE: SAN SALVADOR DE LEYRE.

RECUERDOS Y NOTAS DE VIAJE: SAN SALVADOR DE LEYRE.



Bajo la nebulosa del  tiempo lejano, la memoria del primer viaje al Monasterio de Leyre siempre evoca el constante ascenso  desde la nacional Pamplona-Jaca hasta el conjunto monacal, las ruinas del viejo edificio antes de la construcción de la hospedería, la singular cripta, el panorama desde la cabecera del santuario y la montaña recortada a espaldas del grandioso edificio.
 Con el paso de los años y los sucesivos viajes, la retina ha ido fijando el contrastado  color del bosque asido a la sierra, el escarpe de roca blanca, gris y rosada, la serena y majestuosa abadía en tan estratégica balconada y cómo no, la excelencia artística en sinergia con la longeva Historia.
Fruto de las positivas sensaciones han sido las diversas estancias a lo largo de varios lustros y la utilización del lugar como punto de partida para excursiones por valles pirenaicos.  
El conjunto abacial se asienta sobre una plataforma de la Sierra de Leyre abierta hacia la cuenca del Aragón y la Canal de Berdún,  hacia las cumbres pre pirenaicas aragonesas y  hacia las tierras distantes de la Navarra Media donde la bella población de Ujué destaca sobre defensivo promontorio.  
Una especial querencia debió tener este apartado espacio para ermitaños y anacoretas que con el paso del tiempo iniciarían construcciones de pétreos bloques arrancados a la agreste naturaleza. Naturaleza que imprime sello bravío en las calizas recortadas sobre el cielo, en los densos encinares, robledales y hayedos bajo cuya sombra crecen bojes y carrascas y en los peculiares paisajes de las margas cenicientas que en tan corto trecho parecen acercarnos a paisajes de desierto.

Naturaleza, historia y arte se conjugan en paz y armonía en un territorio único en el que se respiran emociones inefables y donde hasta el más insensible de los humanos se siente trasladado a un tiempo pretérito que pervive en distinta huella como si los siglos no hubieran transcurrido.
Situados frente al triple ábside de la iglesia de San Salvador llama la atención la altura, la simplicidad y rusticidad de sus vanos, la reciedumbre de sus muros de  escuadrados e hilados sillares  y el tejado de lajas en escama. Detrás, una torre cuadrangular de aire más avanzado y como  todo el conjunto con aspecto defensivo; no en vano Leyre, además de centro espiritual, con citas desde el siglo IX,  se convertiría en baluarte del reino de Navarra desde el siglo X y especialmente con Sancho el Mayor  durante el siglo XI. A este siglo pertenecen la cripta y la cabecera de la iglesia. Más tardía es la puerta “speciosa” y más aún la bóveda de crucería cuando el monasterio entró en decadencia y a los monjes benedictinos originarios sustituyen los cistercienses.  
Sorprende la simplicidad  e irregularidad de la puerta de entrada a la cripta, primicia del abocinamiento románico, aquí sin un ápice de decoración y, en el interior, un robusto conjunto que según parece nunca sirvió de lugar de enterramiento, dividido en naves abovedadas, minúsculos y desiguales fustes que sostienen enormes y sencillos capiteles bajo fuertes cimacios desde donde arrancan sobrios arcos peraltados. Sin duda, una de las obras más impactantes del primer románico. ¡Y pensar que esta maravilla artística estuvo abandonada a su suerte tras la Desamortización de Mendizábal  durante más de un siglo...!
Acercarse a la compleja y recargada puerta “speciosa” cuando el sol de la tarde la ilumina y le da un toque más rosado aún que el de la propia piedra es seguir disfrutando del arte a lo largo del Camino, ese camino hacia el Finis Terrae  que tantas obras e influencias dejó durante el Medievo. Es también la entrada hacia el templo, hacia la gran nave ojival de época cisterciense y hacia la escueta cabecera de triple ábside, sencillos capiteles y arcos cuyo rebaje los acerca a la herradura. Sobre ella dice Luis María de Lojendio que es “monumento capital en el proceso del arte románico español”. En tan singular marco, cada día puede escucharse el canto gregoriano, tan próximo a la transfiguración, que si algún viajero se preguntara acerca del misterio de la eternidad podría quedarse dormido durante siglos como le sucedió al monje Virila que, siendo abad del monasterio, durmió en el bosque durante trescientos años al escuchar el canto de un ruiseñor.
Tras el merecido descanso de la noche y el reconfortante desayuno, nada tan atractivo como pasear por el entorno abacial y ver los amaneceres reflejados en las aguas del embalse de Yesa; iniciar ruta hacia la fuente del monje Virila bajo bóveda arbórea; ascender hasta el Arangoiti en día claro y disfrutar de tantos kilómetros en rededor;  ver avanzar el día y contemplar a contraluz el tintineo solar sobre las tiernas hojas del quejigo; mirar hacia lo alto y observar cómo el aura disipa a su antojo las nieblas matinales… y,  después de una última mirada alrededor, emprender viaje hacia los valles pirenaicos.
Joaquín Berrocal Rosingana.

sábado, 5 de enero de 2013

"VINOS DE GRANITO" DE LUIS VICENTE ELÍAS PASTOR

Luis Vicente Elías Pastor acaba de publicar el artículo " Vinos de Granito" en la revista www.verema.com 

"Mi enhorabuena por el enriquecedor artículo y gracias por dar a conocer áreas de una geografía olvidada que atesora grandes recursos naturales y culturales, entre ellos, los primitivos lagares rupestres ligados a una ancestral tradición de la viticultura, tanto en Arribes del Duero como en la Sierra de Francia salmantina."