Este olivo, varias veces centenario, no articula palabras; lleva en su piel
estampada letra; en lo profundo de su alma los miles aconteceres de largas
vivencias.
Hay ecos de siglos que el olivo guarda como rica biblioteca, una historia
indeleble impresa en tocón, ramas y corteza, una imperceptible y vieja historia
interior que es forjadora de leyenda.
Conserva la memoria del hombre y sus cuidados, podas y limpieza, el uso del
corvillo y el destral que infieren profundas cicatrices y restañadas
turgencias, el vareo de la negra aceituna y laboriosa recogida una a una,
"a uña", dicen en esta tierra.
Mantiene en su existencia longeva recuerdos de heladores días
invernales, tórridas jornadas de estío, estrelladas floraciones de primavera,
plácidos días de otoño cuando el verde fruto señorea.