martes, 24 de marzo de 2020

NUESTRO ÚLTIMO ITINERARIO DE INVIERNO: MEANDRO, HURDES, AMBROZ.


AHORA QUE NOS ENCONTRAMOS AISLADOS, QUIZÁS SEA CONVENIENTE RECORDAR UNA RECLUSIÓN SECULAR, DE HAMBRE, MISERIA, EXPLOTACIÓN Y MUCHAS VECES DESPRECIO. LA DE LA COMARCA HURDANA CUYAS TIERRAS Y GENTES ADMIRO.

NUESTRO ÚLTIMO ITINERARIO: MEANDRO, HURDES, AMBROZ.

Ajenos a los incontables acontecimientos ciudadanos, de numerosos y multitudinarios partidos de fútbol y competiciones deportivas, cines, teatros, mítines, manifestaciones…, no sintiéndonos responsables de nada ni culpando a nadie, realizamos nuestro último itinerario de invierno con los vecinos de enfrente. Era el retorno a lo conocido, a la búsqueda de la paz y belleza que siempre encarna esta tierra, a la búsqueda de las emociones más primigenias, las que surgen del contacto con la Naturaleza y el hombre que forma parte de ella, como la rama que se adhiere al tronco o la encina que surge entre las piedras.

Es envidiable el meandro, con sus aguas de azul reflejo de cielo, con la ístmica  isleta de antrópica floresta, con la roca erosionada de naturaleza pizarreña. Es loable el lugar,  deliciosa la senda, la flor del melocotón bravío, la garbancera en flor o el narciso de las praderas.

Llegamos al corazón de Hurdes de poblados en ladera, de vertiginosas paredes, de abismos entre canchales, de piedra y más piedra que sujeta la escasa tierra, la del sudor del hombre, siempre el hombre encorvado sobre la gleba. La tierra de la mujer laboriosa, la que nunca tuvo descanso, la que cavaba el huerto, criaba gallinas, bajaba a lavar al río y subía cargada con la ropa la cuesta...

Quien no conociera estos lugares hace décadas, quien ahora no sea capaz de interpretar el paisaje con sus gentes y su esfuerzo nunca entenderá el valor de estos pueblos desamparados, explotados…, a los que otros hombres y la propia naturaleza recluyeron en la miseria. Fue el suyo aislamiento de siglos, tanto es así que del aislamiento surgió la marginación social…, pero recluidos, marginados y muchas veces despreciados, el poderoso, sin trabajar, cobraba sus rentas.

Nos detenemos en la Fragosa, buena gente, nada huidiza como algunos piensan y, qué buena tortilla y “matajambre” como nos dice la dependienta que se llama esta especie de torrija.

Llegamos al Gasco y sin dilación, descendemos hasta el Malvelilllo e iniciamos la ruta a la cascada de la Meancera. Las mismas connotaciones de paisaje y gentes salen al paso, las paratas sobre piedra de ocres tonos, las altas paredes que acotan la corriente de aguas limpias, melodiosas, las que defienden las minúsculas cortinas, las que sostienen un frutal o un olivo, las que detienen la erosión de las laderas. Son la labor de siglos, de generaciones y generaciones enteras, de personas que trabajaron, trabajaron y legaron  esta herencia heroica que hoy admiramos como la más hermosa de las estéticas. Valoramos la obra ingente en medio de tan poca tierra; valoramos  las personas que aisladas, vivieron hasta no hace tantos años sin comodidad alguna, comunicadas exclusivamente a través de sendas. En el Gasco acaba la carretera.

La pendiente vereda, perfectamente trazada, nos conduce hasta la Meancera. Allí, en el virginal territorio sin gentes, contemplas el escarpe, escuchas las aguas que se despeñan, fotografías una y otra vez el prodigioso rincón que en tierra tan hostil es el mayor regalo sensorial que te puede dar la Naturaleza. Valoras la amistad, la compañía, la agradable conversación sobre el paisaje natural y antrópico, sobre el nacido en estos pagos, su secular vida y su obra inmensa.

Cuando vuelves al Gasco encuentras grata acogida, conversación, buenos pinchos, buen precio y excelente comida. Te sientas en la terraza y buscas la sombra, es sol de primavera. Tomas café, conversas y ves las cabras pasar como antaño en San Esteban.

Iniciamos la vuelta para detenernos en los meandros del Malvelillo. El espectacular serpenteo, fruto de  ciclópeas fuerzas, erosión milenaria y materiales de mayor resistencia proporciona uno de los lugares con  encanto de Hurdes que engrandece aún más el trabajo humano, los caminos, los corrales y los paredones de las márgenes fluviales.

Las Tierras de Granadilla ya son diferentes. Los olivares se expanden y expanden por alomados paisajes circundando las aguas del embalse. Es, desde nuestra óptica personal, la Andalucía de Cáceres.

Un alto en el camino nos depara una vista sin igual de las aguas remansadas, el pueblo de Granadilla, el valle Ambroz y las montañas en rededor.

Aunque con frecuencia visitamos Cáparra, ¿por qué no volver una vez más? El lugar, entre dehesas, es hermoso y la historia que atesora fascina a quien visita esta ciudad romana en la Vía de la Plata. Como también en la Vía de la Plata la población balnearia de Baños de Montemayor que constituye nuestra última parada.


































3 comentarios:

  1. Joaquín una vez más nos deleitas con un riguroso y original reportaje.

    En momentos como este tus seguidores te lo agradecemos enormemente pues dadas las circunstancias, no hay mal que por bien no venga, tenemos tiempo para leer y al paso que vamos vas a tener que seguir produciendo obra para tenernos entretenidos.
    Una vez más nos descubres el gran patrimonio cultural, paisajístico y gastronómico que tenemos al lado de casa y que muchas veces no conocemos lo suficientemente bien.
    Fuerte abrazo.

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    1. Gracias Pedro Luis. Para el próximo itinerario tenéis que animaros. Tenemos pendientes varios que con seguridad os pueden gustar.

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  2. Una excursión muy Bonita y si llevas la sabiduría de Joaquín para disfrutarla a tope
    Seguro que pronto haremos otra saludos

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