Hoy os traemos un poco de
colorido, preferentemente floral y amarillo. Dominan los narcisos, los cuatro
tipos que localizamos en nuestro municipio; el más pálido es muy frecuente,
comienza a florecer en febrero y crece tanto en suelos de pizarra como en
granito o cuarzo. El narciso de las praderas
no es tan abundante, prospera en zonas altas de granito aunque en otros territorios puede
aparecer en distintas litologías y a menor altitud. El narciso de mayor tamaño,
llamado tarro, capilote en algunos sitios, de forma silvestre lo hemos localizado puntualmente así como el
narciso rupícola, el más pequeño, llamativo y perfumado que vemos florido
generalmente en la segunda quincena de marzo, constituyendo una delicia ver los
lugares donde prospera.
Las gageas, tan pequeñas y
delicadas se hallan por multitud de parajes, creciendo entre o sobre rocas, en
arena, junto a plantas crasas… Son muy acomodaticias, perfectamente emparentadas
con las rupícolas.
Diferentes son las euphorbias, llamativas
y olorosas cuando florecen y nada aconsejable el tocarlas o cortar.
Los troncos arbóreos no nos muestran flores, sí llamativos líquenes que surgen en los viejos troncos, tan añosos y voluminosos que podéis observar cómo nueve personas caben en su hueco.
El jaramago amarillo, el que hace
décadas teñía todas la viñas en primavera, se ha quedado relegado a pequeños
espacios sin perder un ápice de su belleza y valor para el ganado.
Al lado de las plantas
silvestres, la llamativa flor del melocotón y, como telón de fondo, las blancas
nieves de la Sierra de Béjar, techo de la provincia charra y la Peña de Francia
el erguido pedestal en un atardecer de marzo, tal día como hoy.
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