AÑORANZAS.
Partimos del hecho de que vivimos
una circunstancia especial, que todos estamos inquietos y que hay incertidumbre,
lo cual para muchos, esta reclusión es destierro, aburrimiento, tedio,
malhumor, silencio que no soportan…; para otros es sosiego, paz, tranquilidad,
tiempo para pensar y sentir, también para añorar y soñar a pesar de la
complicada etapa que estamos viviendo.
Añoro el aire, la luz, la flor,
el agua, la belleza de la Naturaleza, la libertad mental y de movimientos… ¡añoro
tantas cosas que ahora no tengo ante mí…! Ello no es óbice para buscar lo
positivo de cada situación, para hurgar cada persona en su interior y sacar a
flote lo mejor de uno y cuanto nos rodea. Porque, ¿quién no puede escudriñar
internamente y encontrar en sí sentimientos y valores que nunca habían aflorado?
……..
Hoy tengo mucho tiempo de leer,
limpiar, pensar, ver fotos… Me voy a recrear con la excursión que con los amigos
Dami y Miguel realizamos el veintiuno de marzo del pasado año al Valle del
Jerte.
Sabíamos de antemano que buena parte de los cerezos del Valle estaban
en flor; sabíamos que era un buen momento para recorrer alguna de las
gargantas, pasar el día y que, en hora y media podíamos estar en el centro del
Valle. Madrugamos y con el frescor de la mañana, iniciamos nuestro recorrido.
Camino de Barco de Ávila el sol se desperezaba y rayos cegadores llegaban hasta
nosotros. En el Barco cambiamos de rumbo y siguiendo la 110 llegamos al Puerto
de Castilla o de Tornavacas. ¡Qué bien suena el nombre y qué bello es el
panorama del Valle por antonomasia!
El serpenteante descenso, tantas
veces hollado por arrieros y ganados trashumantes, ahora por turistas, con el
requerido cuidado nos fue acercando al pueblo de Jerte. ¡Cómo no apearse del
vehículo, pasear, respirar, contemplar las aguas, las flores de los balcones,
mirar una y otra ladera y disfrutar de la maravillosa floración del cerezo! Sería
imperdonable. No conozco a nadie que viendo este grandioso paisaje no se haya
enamorado de él.
El objetivo para caminar era la
garganta de las Nogaledas. Llegamos a Navalconcejo y de inmediato comenzamos
nuestro itinerario. Aunque el sendero, todo él es en ascenso, la sucesión de
saltos de agua, las plantas riparias, los bancales repletos de cerezos en flor,
las vistas sobre el valle, la interpretación del paisaje, seduce tanto que se
hace llevadero y más cuando nos sentamos, admiramos la naturaleza circundante,
tomamos unos pinchos de tortilla, chorizo y un buen vino.
El tranquilo descenso, en día tan
diáfano, es la apoteosis. La pista de bajada permite dominar un amplio panorama
en el que están inmersos los pueblos entre la nívea e impresionante flor del cerezo.
Nos acercamos a las aguas del río
Jerte, disfrutamos de la conversación y bebida con los lugareños, recorremos
las calles de Navalconcejo y por la tarde cruzamos la alineación de Tras la
Sierra por el Torno y Cabezabellosa para dirigirnos a nuestro lugar de partida.
Reviviendo este día he tenido la
sensación de que respiraba la brisa de Tornavacas, me inundaba la luz, me
embriagaba de paisaje y flor, de cristalinas aguas, sentía la libertad que solamente en lugares así
se alcanza y que la belleza contemplada permanece en la retina y en el alma. ¿Qué
más se puede pedir?
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