A principios de los años ochenta del pasado siglo el abandono de viñas y olivares en las escabrosas laderas era un hecho perceptible. Ya en los sesenta y setenta, la emigración había contribuido a descuidar los territorios más abruptos y que requerían mayor mano de obra.
Transcurridos cuarenta años el paisaje ha cambiado por completo su fisonomía como muestran las siguientes imágenes.
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