domingo, 29 de octubre de 2023

RUTA E IMÁGENES.


Iniciamos camino. Es mañana de más nubes que claros, no llueve y no parece que la lluvia sea inminente  aunque  anuncian  aguaceros a lo largo del día.

Descendemos hacia el río. Desde lo alto del puente se ve cómo fluye un pequeño caudal entre las blanquecinas  lamidas rocas. Se escucha  caer el agua en el Chorrero hacia la Pesquera de Abajo al tiempo que sale el sol e ilumina el cauce donde los fresnos ribereños van tomando color otoñal. Los alisos se mantienen verdes así como robles, quejigos y castaños que contemplamos desde el extremo del puente  en   el senil monte del Castañar.


Comienza el Atajo. Mientras caminamos en la sombra, luce un pálido sol en las vertiginosas laderas del Cancho. Ante el objetivo, diversidad de verdes tonalidades contornean resaltes de ocres pizarras teñidas de líquenes indicadores de calidad medioambiental. Recrearse en ese bello espacio es uno de los muchos placeres que ofrece esta naturaleza virginal.


Artesanas paredes de pizarra sostienen la tierra del prístino bancal al que se accede por no menos artesanales pasos de escalera que cubre el verde y esponjoso musgo. Sin duda, obra ancestral de agricultura heroica que agoniza.

Al borde de la senda uno de los muchos espinos que crecen por aquí está cuajado de pequeños  rojos frutos, las majuelas o majoletinas, por estas tierras  llamadas manolitas. Dicen que antaño hacían mermeladas y eran consumidas en épocas de carencia. Es alimento de aves durante las estaciones frías las cuales contribuyen a la propagación de majuelos con la  dispersión de sus semillas. Sus espinas son peligrosas, no así hojas y flores  utilizadas en la medicina popular.


La senda que sube sin cesar proporciona rincones de atmósfera singular en los que detienes el paso y recreas la mirada en árboles y arbustos que sombrean  un trecho del camino.


Sales del túnel arbóreo y diriges tus ojos hacia las hojas de guindos y cerezos que regalan bellos colores de otoño. Ascendiendo vas ampliando el horizonte a la par  que la tenue luz frontal deja idílicas imágenes que captamos para el recuerdo.  Observamos puente y pueblo durante un rato, suficiente para tomar aire y disfrutar de privilegiada perspectiva.





Pronto nos introducimos en un  paraje de encinas combadas en ladera, otras que surgen en las diaclasas del granito, madroños que muestran rojos frutos, musgo iluminado en rocas y troncos, mullido suelo sembrado de bellotas y hojas de la encina…

A través de escalonado paisaje en el que pervive el cultivo de la vid y otros frutos vamos llegando a más altas y venteadas tierras abandonadas que la naturaleza reconquista con avidez. Por doquier indicadores de un pasado en el que el hombre estuvo presente, cientos de paredes, lagares, ermita en ruinas, tumbas excavadas, refugios naturales, restos de primitivo poblamiento…    En estas y otras tierras donde ramoneaba el caprino  aparecen insaciables repoblaciones de pinos y eucaliptos  que ganan terreno al monte primigenio e introducen una nota discordante respecto a los usos del pasado.


Abandonado el viñedo, la trepadora cepa resiste el paso del tiempo, mezcla sus frutos con los del espino y el roble aferrada a roca que la protege del norte.


Varias excavaciones rupestres denotan un pasado lejano en el que otro tipo de vida debió florecer en estas tierras.



Pasamos junto a un abrigo natural ampliado por el hombre tiempo atrás. De la intervención humana quedan desvencijadas paredes a uno y otro lado de la covacha. Desconocemos si fue refugio circunstancial o tuvo continuidad en el tiempo acogiendo a pastores y agricultores.


 Desde aquí nos dirigimos a los altos bolos graníticos desde donde divisamos el fondo del valle y alcanzamos lejanos horizontes hacia el este, sur y oeste.



Hermosa perspectiva de San Esteban de la Sierra. Lástima que no se perciba  el caserío completo, en parte oculto por el monte Tiriñuelo abajo a la derecha y por el denso bosque de eucaliptos del centro e izquierda.

Pocas panorámicas con tanta profundidad del Valle del Alagón donde pueda apreciarse el zigzagueante curso y la impresionante disección  fluvial.



 

 

 


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