miércoles, 6 de septiembre de 2023

ENTRE SIERROS

 

ENTRE  SIERROS.

Es una mañana bochornosa y canicular de agosto. Camino tras los pasos de Manuel bajo el entreabierto bosque de quercíneas en el que  sobre el pedregoso suelo surgen raquíticas cistáceas, aromáticas plantas y matorral de bardas y carrascas ramoneado y corroído por el vacuno extensivo.

A escasa distancia del inicio de ruta se eleva un serrijón cuarcítico de bloques cuarteados y  desgajados entre los que destaca un gran monolito que despierta la curiosidad por su envergadura y algunos de los ángulos con apariencia de intervención humana.

Manuel, el ágil guía, observador de los mínimos detalles del territorio hollado desde niño, muestra los abundantes cimientos circulares de hábitat remoto, posibles asentamientos temporales ganaderos, huella de cisqueros…, quién sabe qué representan estas reliquias pétreas así como   los derruidos y anchos muros que salen al paso. Nada dicen las fuentes escritas, nada la tradición oral, nada la arqueología…




 Junto a un cortinal, mitad aprisco, mitad tierra cultivada otrora, atravesamos una  irregular vaguada,  el surco  del discurrir esporádico de las aguas de lluvia y las  fuentes fluviales secas en esta época del año.

Comenzamos a ascender a través de un conjunto alargado de  emergente estratigrafía pizarrosa con visibles formas de erosión natural en las uñas de diablo y acumulaciones de rocas extraídas para construcción. Son “filones de piedras” en Peña Coldo, explica Manuel.

Nos encontramos a más de mil metros sobre el nivel del mar en zonas de pobres pastos que aprovecha la vacada en la actualidad. Tiempo atrás parece ser que dominó el caprino y ovino.

 Apenas hay claros en el monte ni señales de posibles cultivos. Es la impresión que tenemos al mirar en rededor; seguramente los hubo y el monte ha borrado su huella. Es complicado retrotraerse en el tiempo y encontrar explicación a muchos de los cambios del paisaje y a las estructuras que acaba de mostrarme Manuel. Son excavaciones en  pizarra que tienen similitud con los lagares realizados en granito  tan abundantes en la misma cuenca hidrográfica. ¿Es posible que en estos altos pagos hubiera cultivo de la vid y elaboración de mostos o acaso podemos pensar en un uso diferente de dichas excavaciones tal como sugieren algunos lugareños? ¿Fueron secaderos de queso como alguien comenta? Si así hubiera sido estaríamos ante verdadera industria, idea que rebaten otras voces del pueblo que siempre conocieron la elaboración del queso de cabra u oveja como arte familiar y cantidad muy limitada.






Continuamos ruta entre punzantes pizarras y  de pronto, antes de entrar en el bosque, aparecen dos construcciones pastoriles de pequeñas dimensiones semiarruinadas. Tienen forma circular y paredes de piedra en seco. Quizá están relacionadas con el mundo de los cabreros al encontrarse cerca del denominado Hoyo de los Chiveros.




Llegamos hasta una verdosa charca para el ganado y seguimos subiendo para contemplar dos nuevas excavaciones rupestres de único recipiente; la mayor tiene significativa fábrica mientras la otra  apenas se levanta unos centímetros del suelo y rodean entecas carrascas.




Manuel habla acerca del Valle de la Silla y la Peña el Niño, monte éste que cubre una densa fronda de robles y encinas que desde la distancia conforma un hermoso tapiz. Desplazada la mirada hacia el horizonte lejano  de las sierras más altas  la calima apenas permite vislumbrar un paisaje sin duda  espectacular con distintas condiciones atmosféricas.



Caminamos hacia las Fuentes del Alagón, lugar  que aunque carece de agua en esta época, todos consideran como  nacedero del río que se encamina desde la Sierra Menor hacia la meseta sur cruzando en dirección NE- SW el Sistema Central. Serán necesarias lluvias abundantes de otoño e invierno para que de nuevo se vea fluir al menos un pequeño caudal.



El calor no impide acercarnos hasta la “Peña Buracá”, otro cuarcitoso sierro en que un gran bloque desprendido forma fresca oquedad y permite ver la luz del lado opuesto. Allí los insectos encuentran cobijo y la golondrina dáurica ha establecido su nido al amparo de posibles depredadores.




De vuelta a Frades, la bebida refrescante y el agasajo de Mariángeles, esposa de Manuel, colman de satisfacción el final de una mañana repleta de inmejorables sensaciones.

 

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