lunes, 12 de octubre de 2020

DE SORPRESA EN SORPRESA.


 


La agradable tarde de otoño había deparado gratificantes sorpresas. Avanzaban las horas y se imponía el retorno a pie hasta la pista donde estaba aparcado el coche. Como la suerte y la intuición a veces se alían, al unísono que el sol seguía su curso, surgió un nuevo hallazgo. No sería el último antes de que declinara el día.

Visualizado un conjunto rocoso prominente, llamaba la atención la peña caballera en  difícil equilibrio. Tomando imágenes de la singularidad granítica, la percepción de un pequeño orificio en la parte superior fue el móvil, pista e inclinación para subir al peñasco. Lo intuido se convertía en admirable realidad. En lo alto, un lagar rupestre, sorprendente por ubicación teniendo en cuenta la situación de otros muchos y la abundancia de lanchones graníticos a nivel de suelo donde poder excavar.









Aquel promontorio, visualizador de hermosas perspectivas, planteaba numerosos interrogantes, la labra en altura, el acceso, los pequeños pasos labrados, las oquedades, unas naturales y otras de intervención humana… ¿Qué razones tuvo el hombre para elegir y tallar semejante lugar? ¿Fueron móviles nacidos del alma, de las sagradas creencias, de la contemplación, de una ocultación económica…? Nunca sabremos los motivos reales aunque nos preguntemos una y mil veces acerca de ello y nos sintamos perplejos ante el quehacer humano del pasado.


Junto al peñasco de facies diversas, vertical, diaclasado, con accesible pendiente, una tumba semienterrada.



 En el camino de vuelta, tres nuevos lagares rupestres, dos de una cavidad y otro con calcatorium y lacus.


OTRAS CARAS DEL ROQUEDO





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