Quienes vivimos a orillas del
Alagón y no tan alejados de su nacimiento, muchas veces hemos oído, “el Alagón
por Coria y no por Monleón”. ¡Qué razón tiene este dicho popular!
A su paso por San Esteban es un
río bravío en periodos prolongados de lluvias;
un curso intermitente al llegar el estío. Todo lo contrario cuando pasa
por Coria. Es un río señor que riega los feraces territorios de las riberas
extremeñas, en la actualidad apoyado por las aguas embalsadas en Gabriel y Galán en el mismo río.
Son las nueve y media de la
mañana, la temperatura se establece ya en veintidós grados, las terrazas de
la arteria principal están ocupadas por hombres y mujeres que toman cafés,
desayunos y algún aguardiente. A estas horas hay bastante tráfico en la Avenida
de la Virgen de Argeme. En contrapartida, la ciudad antigua está vacía, apenas
un transeúnte en gran parte del recorrido. Conforme avanza el tiempo, vehículos
de motor y repartidores van llegando a los establecimientos.
Es delicioso pasear sin agobios
estas calles de conquistadores (Cortés, Pizarro), de alusión urbano-topográfica
(Albaicín), de tradicional bebida (Alojerías), de cargos de la Iglesia (Obispo
Peris Mencheta)…, disfrutar de los paños y puertas de muralla de origen romano,
con numerosos añadidos posteriores, de la torre del castillo de la casa de Alba,
de la fachada del palacio episcopal…, acercarse hasta las puertas de la catedral, todavía cerrada, y admirar las
bellas puertas del Perdón y el Evangelio.
Asomarse al talud desde las
inmediaciones de la catedral permite entender la elección de tan estratégico
lugar, elevado sobre el río y dominando la rica vega coriana o cauriense, que
ambos términos están permitidos. Desde aquí se aprecia el viejo puente medieval
por donde no discurre agua debido a un desvío del cauce y donde prosperan los
cultivos. A poca distancia naves industriales, más y más huertas, arboledas y al fondo las
tierras de las dehesas. Bella panorámica para concluir un día de paso por esta
urbe extremeña.
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