viernes, 1 de diciembre de 2017

LAGUNA NEGRA



Han pasado años desde la última visita a la Laguna Negra y el posterior ascenso a Urbión, tierras sorianas que nunca te defraudan, que recorres emocionado y no dejan de sorprenderte, fascinarte…, aunque muchas veces las hayas hollado.

Es una apacible mañana de otoño de luz radiante, cielo nítido  azulado, verdes ramajes del  extenso pinar, grises troncos de  hayas que han perdido su ropaje, amarillos robles dispersos, oscuras y sombrías rocas del enorme cantil que acompaña mi marcha.






Reina el silencio mientras caminas y observas; te detienes y escuchas el grato y melodioso discurrir de la menguada corriente en año de sequía; la suerte te regala por instantes  el agateador común al tiempo que sobrevuelan las altas copas de los pinos rapaces de porte.  Llega el olor del descamado pino de truncada cresta y grises barbas, la humedad de recientes aunque escasas lluvias, de las hojas que circundan el tronco del haya, del agradecido musgo saturado. Respiras profundo; no puedes dejar escapar el mágico instante que te proporciona tan agradables sensaciones. Contemplas la pequeña fuente que surge bajo los grandes bloques otrora modelados por la fuerza del glaciar, sobrepasas  el viejo tejo, recuerdas tus diversos viajes y te  preguntas qué te hizo descubrir y gozar estos lugares; ¡fue el estudio del  paisaje…, fue la literatura machadiana…!  En esos instantes recurres a los versos de Machado, a Campos de Castilla, a La Tierra de Alvargonzález y, al contemplar las hayas vienen a la mente:

Las hayas son la leyenda.
Alguien, en las viejas hayas,
Leía una historia horrenda,
De crímenes y batallas.
¿Quién ha visto sin temblar
Un hayedo en un pinar?

Conforme te acercas a la laguna de aguas apresadas por el gran circo morrénico, te asaltan los versos que por  la Tierra de Pinares toda resuenan:

“La tierra de Alvargonzález
Se colmará de riqueza,
Y el que la tierra ha labrado
No duerme bajo la tierra”

Ya en el borde de la Laguna Negra, recorres la pasarela, contemplas las gélidas y tranquilas aguas, fijas la mirada en los enormes depósitos de la margen opuesta donde el serbal, el haya, el pino…, crecen entre  bloques en cuesta bajo la  gran muralla pétrea que ciñe la hermosa lámina de agua. Y nada tan hermoso como de nuevo leer a Machado y embeberse del paisaje que nos rodea:

….”agua transparente  muda
Que enorme muro de piedra,
Donde los buitres anidan
Y el eco duerme, rodea;
Agua clara donde beben
Las águilas de la sierra,
Donde el jabalí del monte
Y el ciervo y el corzo abrevan;
Agua pura y silenciosa
Que copia cosas eternas;
Agua impasible que guarda
En su seno las estrellas”.

Sobre el alto farallón destaca el verde de los pinos frente a los cenicientos abedules recortados sobre el azul celeste, pinos que  ralean en las elevadas tierras hace tiempo recorridas para observar y disfrutar las lagunas de estas sierras. Tal vez, con más tiempo, intentemos nuevamente la atractiva empresa. No la descartamos.

Allá donde acaba la pasarela hay restos de la nieve caída en los días pasados. Al tomar contacto con ella no puedes sino recordar aquella jornada en la que la nieve todo lo cubría y la laguna era un duro bloque de hielo. De ello hace lustros, cuando daba igual pisar la nieve, subir por verticales paredes, recorrer kilómetros sin fin y siempre sin apreciar riesgos.







Cuesta abandonar el lugar pero es obligado. Con cuerpo y alma reconfortados, al disfrutar de tan excelsa escena, por hoy nos despedimos de esta laguna de leyenda.
  


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