¡Qué placer recorrer los caminos
de herradura entre bosques frondosos, matorral, estratigrafía rocosa y…, ver
cómo se deslizan las aguas sobre la
pulida pizarra, cómo labran pequeños remansos, cómo se precipitan de salto en
salto en la bravía naturaleza que en ojos y mente adquiere impulso vital!
Ese placer es la terapia del
paisaje que te envuelve, te embruja y te hace soñar; es el mejor de los
resortes ante la vorágine de los tiempos, de la política y la sociedad; es
fuente de inspiración, de sosiego y paz. Es como la musa que fluye el verbo del
poeta.
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