Contemplar una iglesia del
románico, ya sea del lombardo, del jaqués, del porticado, del de transición…,
nos traslada a la oscura Edad Media, oscura en muchos aspectos y pletórica de
imaginación en el arte del románico, arte que sigue emocionándonos y ante el
que nos detenemos ensimismados aun desconociendo el significado profundo de
aquello que observamos. Continúan extasiándonos las abocinadas puertas y
ventanales, los robustos muros pétreos, los pilares y bóvedas, los
semicirculares ábsides, la oscuridad que rezuma silencio humano y lentas
expresivas palabras del alma.
San Juan de Rabanera, románico
soriano, no es la manifestación más conocida de la capital. Santo Domingo, la
Concatedral o San Juan de Duero, son
ejemplos de románico más visitado y con publicidad
de la que carece San Juan de Rabaneda.
Ello no es óbice para que bien merezca acercarse hasta ella y disfrutar de la
belleza tanto exterior como interior y cuanto transmite la huella artística del
medioevo.
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