A lo largo de los años hemos leído, estudiado, examinado y retenido una pequeña parte de lo adquirido. Evidentemente hemos olvidado, mucho más de lo que hubiera sido deseable.
Un buen día decides viajar a lugar ya conocido del que guardas recuerdos de anteriores visitas, del que hay Historia impresa en los libros y en la piedra, del que esperas descubrir algo nuevo. Y he aquí que al instante refrescas la memoria, te emocionas ante las grandes obras del hombre y ante las explicaciones que otras personas te ofrecen. Vuelves a palpitar, a sentir que las piedras están vivas, que transmiten permanentemente el sentido de un pasado muy diferente al que ahora vivimos.
Recientemente hemos viajado a Alcántara, el pueblo que todo el mundo recuerda por su puente romano; muchos, por la Orden Militar de Alcántara. Si bien lo uno y lo otro pueden definir la gran Historia de Alcántara, ésta es mucho más rica, más variada y emocionante cuando recorres sus calles, contemplas arquitectura que pasó desapercibida en otro momento, obras restauradas, otras un tanto descuidadas, saludas o hablas con personas a las que no conoces, dices un hola, un buenos días y a veces preguntas por esto o aquello. Los naturales te responden y a su manera te explican la grandeza del lugar y también la decadencia de los actuales tiempos, la emigración, el abandono de los campos, la dificultad de mantener tan rico patrimonio… Y es esa simbiosis, entre lo que conoces, lo que descubres y cuanto te explican lo que te hace experimentar la muy agradable sensación de disfrute y enriquecimiento.
Y a veces, en el viaje, en el reencuentro con la Historia se reencuentra uno a sí mismo.
Y a veces, en el viaje, en el reencuentro con la Historia se reencuentra uno a sí mismo.
La historia siempre es un buen destino para rearmarse e identificarse. Saludos
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