miércoles, 24 de julio de 2019

CAMINO DE CASTIL DE CABRA

El pasado sábado, cuando los primeros rayos de sol penetraban entre  castaños, robles y acebos de la Honfría, iniciábamos nuestro particular recorrido hasta el Hueco de Valero y el espectacular Castil de Cabra. Al concluir la espléndida pista, la senda se estrecha entre  jaras, brezos y carrascas para convertirse en más diáfana al cruzar el umbroso encinar que conduce a la soberbia pedriza de angulosos cantos de crioclastia y al corral que resguardaba el caprino en el pasado.  Cruzada la pedriza, nuevamente se produce estrechamiento y el primitivo camino apenas se percibe en algunos tramos. Las plantas ribereñas ofrecen agradable sombra junto al regato de Bieco que discurre con menguado caudal. Traspasado el arroyo, enormes escobones pueblan el antiguo pastizal y descansadero del ganado que poco a poco desaparecen al ascender entre las movedizas piedras hasta la parte más elevada de Castil de Cabra, donde poder observar los antiquísimos restos del maltratado yacimiento, la espeluznante caída hacia el Quilama, su erosionado y zigzagueante cauce que se va cubriendo de alisos, el Cervero, Castillo Viejo, la Peña Buitrera, la Media Fanega…

No hay duda que el paisaje de las Quilamas, rocoso y dilacerado, enormemente hostil, complicado de hollar, legendario como pocos, es a pesar de la dificultad que entraña el tránsito, uno de los territorios más seductores que el senderista puede encontrar en las proximidades de donde nos hallamos.


¿Será cierto el dicho que entre Quil y Quilama hay más oro y plata que en toda España? ¿Será solamente leyenda cuanto se dice del rey Don Rodrigo y su amada Quilama…?


















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