Explica el profesor Tomás Labrador que el topónimo Rando
alude a límite de una determinada demarcación. Cree que tiene que ver con
“randa”, puntilla o encaje de una prenda que se encuentra en el extremo de la
misma. Si aceptamos tal interpretación no hay duda que desde el punto de vista
de la división territorial, Rando es límite, en la actualidad, entre los
términos municipales de San Esteban de la Sierra, Los Santos y el Tornadizo.
Desconocemos las demarcaciones en el pasado. Ahora bien, geográficamente
hablando, Rando, sería el extremo de un
paisaje cuyas características
físicas de relieve relativamente suave
difieren del más escabroso de la Sierra de Francia, localizado más hacia
el sur siguiendo el encajamiento del Alagón.
En el siglo XIV, en el Libro
de la Montería, se cita el lugar de Santa María del Rando; sin embargo, no
sabemos a través de otras fuentes escritas desde cuando se venía utilizando el
nombre. No sabemos tampoco si en la citada fecha o con anterioridad fue límite
de alguna demarcación o dominio como señala el profesor Labrador.
De lo que no hay duda es de la existencia de un primitivo
asentamiento humano que se despobló en el siglo XVI y cuyos restos han
permanecido en parte visibles a pesar de la intervención humana a lo largo de
los tiempos.
La demarcación geográfica de Rando se extiende por ambas
márgenes del regato de Rando o del Rodero, cerca de la confluencia con el rio
Alagón y abarca hasta el arroyo Aceitero o del Husillo y el que conforma éste y
el regato de los Santos.
Lo que en la actualidad es una verde y agradable pradería,
interrumpida por el bosque de robles, afloramientos graníticos y la coronación
residual de un dique de cuarzo, fue tiempos atrás tierra de linares y más tarde
de huertas tal como se recoge en el lenguaje popular al referirse a los
“linares de Rando” o a las “vegas de Rando,” establecidas en el entorno del
regato. Las zonas de riego se abastecían del arroyo y varios pozos localizados
en las inmediaciones. Alejados del regato se encontraban campos de cereal, áreas de fresas durante algunas décadas de la
segunda mitad del siglo XX y zonas de matorral y robledal de explotación
silvo-pastoril allí donde el roquedo era más evidente y el suelo más endeble.
Por este ameno paisaje de suaves formas de transición discurre la calzada que unía Tamames con
Béjar y cruzaba el Alagón a través del denominado Puente de Rando, uno de los
escasos lugares de tránsito del río en el pasado si exceptuamos el puente medieval de San Esteban y los pasiles o
pasaderas de rocas hincadas, curso arriba, apropiadas para el hombre en aguas
bajas pero no para carruajes. Durante al menos dos siglos fue el único puente
hábil para carros en esta zona del curso del Alagón ya que el puente medieval
de San Esteban no tenía continuidad por vía rodada.
Aunque hay quien habla de la existencia de restos de época
romana en el Puente de Rando, (Tomás
Labrador), la fábrica del mismo parece pertenecer a los siglos XVII y XVIII. No
se sabe a ciencia cierta si tuvo algún cometido militar o si por el contrario
fue obra de importancia exclusivamente económica al unir dos centros feriales
como Tamames y Béjar (mercados de los martes y los jueves respectivamente) y
servir para el transporte de la cal desde la microcomarca de la Calería hasta
la población bejarana y alrededores. Aun no figurando como vía pecuaria, hubo
tiempos en los que los ganaderos trashumantes, procedentes del sur, equivocaron
el cordel que pasa por los Santos con
esta ruta.
Deteriorados parte de los pretiles del puente y alguna de las
paredes laterales así como el
aliviadero, camino del Tornadizo, posee gran interés tanto en el arco mayor
como en los aliviaderos adintelados y tajamares de forma angular, ligeramente
elevados sobre el cauce y que servirían
para mejor desagüe en tiempos de crecidas. Es
peculiar la curvatura de entrada, viniendo desde el Ventorro, y son
estupendos y bien labrados los sillares del conjunto. El arco central es de tipo rebajado apoyado
en un lateral sobre la roca madre granítica y en el otro sobre los
perfectamente escuadrados sillares, siendo el intradós del mismo material y la
misma perfección. Se trata de una buena obra de ingeniería, toda ella en
granito y de gran armonía con el medio.
El firme de piedra
machacada y compactada se mantiene en un
tramo de la calzada camino del Ventorro permaneciendo en aceptable estado el
resto del trayecto. Por el contrario, la
cuesta que se inicia poco después del puente en el término municipal del
Tornadizo está en situación de gran deterioro debido a la erosión de las aguas
y el abandono de la ruta como vía carretera. En el pasado, con seguridad fue
uno de los trechos que requirió
permanente atención de mantenimiento por la acusada pendiente.
Aguas abajo del puente de Rando, las escultóricas formas de
las marmitas, de las rocas de las márgenes y los diferentes charcos ofrecen un
atractivo más para los visitantes que se acerquen a conocer la arquitectura vial.
Si la suerte acompaña, la visualización de la avifauna y
ciertos depredadores pueden hacer más grato aún el recorrido de este apartado y
atractivo lugar.
Distante de la ruta se encuentran los restos del primitivo
poblamiento de Rando donde son visibles las acumulaciones de piedras de las
antiguas viviendas, las arruinadas paredes de la ermita, varias tumbas
excavadas en la roca, una era sobre lanchón granítico, restos de antiguo corral
y a poca distancia un lagar rupestre que por el aspecto denota gran antigüedad.
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