miércoles, 5 de febrero de 2020

HACIA LAS MERCHANAS



Tras extensos  falsos llanos, en los que hienden sus fauces las aguas que fluyen hacia el Duero; de puzles kilométricos de cercados, cortinales acotados por lajas de granito,  arados unos,  verdes de sembrado otros o  de verde pastizal del vacuno y ovino; de matorrales, robles y encinas de primigenia alcurnia arbórea que invaden el abandonado agro; de caminos delimitados por bellos muros de rocas cubiertas de  grises líquenes y  verdes musgos a cuya vera surgen los innumerables chozos de falsa bóveda;   de desnudos berrocales lamidos por las aguas…, ante nosotros, al otro lado del Camaces, las murallas vetonas que nacen desde las cercanías del río y ascienden hasta la acrópolis. De menor entidad las posteriores obras de la ingeniería romana. Es el CASTRO DE LAS MERCHANAS.

Si no es el mayor de la provincia de Salamanca, ni el mejor conservado, sí es un hito en la vieja historia de la provincia y un lugar donde acogerse el tiempo que sea necesario, máxime en jornadas de agradables temperaturas, cielos azules y ausencia de turistas para poder disfrutar de la paz que transmiten estas tierras de piedras acumuladas, de vegetación colonizadora, del siempre presente rumor de la corriente y sobre todo  del ingente trabajo que se desprende de los colosales muros que nos hablan de la sociedad de hace más de 2000 años. Recorrer el interior murado requiere imaginación para desentrañar el hábitat primitivo y la vida en comunidad. Es tanta la destrucción que en muchos sitios son piedras desordenadas y en otros cercas, que aprovechando el material existente   han servido a sociedades próximas a nosotros para sus actividades económicas. Sorprendente la sabia labor, la reciedumbre y magia de la muralla con varios metros de espesor, de las puertas de acceso, de las piedras hincadas y cómo no, de la figura del verraco apostado en el exterior, quien sabe si como protector de pastos y ganados, elemento disuasorio,  indicador de una actividad que diviniza al jabalí, al cerdo, al toro…

En la Merchanas, paisaje e historia sobrecogen y transmiten múltiples y deliciosas sensaciones, probablemente muy diferentes para cada uno de nosotros pero nunca para dejarnos indiferentes, no  sentir el paso del tiempo, la lejana obra bien realizada, la musicalidad de las aguas, la ilusión de caminar, de respirar y disfrutar la paz de la naturaleza en la que nos encontramos inmersos.









































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