Tras extensos falsos llanos, en los que hienden sus fauces
las aguas que fluyen hacia el Duero; de puzles kilométricos de cercados,
cortinales acotados por lajas de granito, arados unos,
verdes de sembrado otros o de
verde pastizal del vacuno y ovino; de matorrales, robles y encinas de
primigenia alcurnia arbórea que invaden el abandonado agro; de caminos delimitados
por bellos muros de rocas cubiertas de
grises líquenes y verdes musgos a
cuya vera surgen los innumerables chozos de falsa bóveda; de desnudos berrocales lamidos por las aguas…,
ante nosotros, al otro lado del Camaces, las murallas vetonas que nacen desde
las cercanías del río y ascienden hasta la acrópolis. De menor entidad las
posteriores obras de la ingeniería romana. Es el CASTRO DE LAS MERCHANAS.
Si no es el mayor de la provincia
de Salamanca, ni el mejor conservado, sí es un hito en la vieja historia de la
provincia y un lugar donde acogerse el tiempo que sea necesario, máxime en
jornadas de agradables temperaturas, cielos azules y ausencia de turistas para
poder disfrutar de la paz que transmiten estas tierras de piedras acumuladas,
de vegetación colonizadora, del siempre presente rumor de la corriente y sobre
todo del ingente trabajo que se
desprende de los colosales muros que nos hablan de la sociedad de hace más de
2000 años. Recorrer el interior murado requiere imaginación para desentrañar el
hábitat primitivo y la vida en comunidad. Es tanta la destrucción que en muchos
sitios son piedras desordenadas y en otros cercas, que aprovechando el material
existente han servido a sociedades
próximas a nosotros para sus actividades económicas. Sorprendente la sabia
labor, la reciedumbre y magia de la muralla con varios metros de espesor, de
las puertas de acceso, de las piedras hincadas y cómo no, de la figura del
verraco apostado en el exterior, quien sabe si como protector de
pastos y ganados, elemento disuasorio, indicador
de una actividad que diviniza al jabalí, al cerdo, al toro…
En la Merchanas, paisaje e
historia sobrecogen y transmiten múltiples y deliciosas sensaciones,
probablemente muy diferentes para cada uno de nosotros pero nunca para dejarnos
indiferentes, no sentir el paso del tiempo,
la lejana obra bien realizada, la musicalidad de las aguas, la ilusión de
caminar, de respirar y disfrutar la paz de la naturaleza en la que nos
encontramos inmersos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario