Sobre los esqueléticos suelos
pizarrosos de la penillanura sur salmantina, tierras de dehesas donde la encina
domina con porte centenario, fluyen hoy los pequeños cauces serpenteantes entre
el verdor de primavera, el ranúnculo que se anuncia y el diminuto narciso de
las praderas. La tranquila cigüeña pasea y picotea en el verde prado, el milano
se lanza sobre su presa y el ratonero vigila desde el poste de la cerca que aísla
al vacuno del camino.
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