Dicen que no se puede cortar el orégano, ni la pamplina, ni la
manzanilla…, que son especies protegidas, que hay que dejarlas que crezcan a su
libre albedrío. Y el hombre de pueblo, acostumbrado a coger lo uno, lo otro y
lo otro sin “esos grandes conocimientos
del medioambiente” se sorprende y se pregunta, ¿cómo es posible esta
normativa si toda la vida hemos aprovechado estas plantas, las hemos cortado
año tras año y aquí continúan? Y con la mente práctica del lugareño, el
conocimiento y observación del día a día se vuelve a preguntar ¿y si yo no las
corto y el ganado las come y el desconocedor senderista las pisa, qué sucede
con las plantas protegidas? Y dice más, ¿si el campo se llena de zarzas y
plantas invasoras y hacen desaparecer cada una de ellas, es lo normal o es
delito humano por abandonar el territorio? Y sigue reflexionando y se acuerda
de que limpiaba la regadera y todos los años cortaba dos y hasta tres veces la
pamplina y bajo los robles y muchos otros lugares cogía orégano y en el abierto pastizal recogía
la manzanilla amarga y así año tras año desde que se conocía y desde siempre
como sus antepasados le habían explicado. Al desalentado paisano no le entra en
la cabeza y no puede estar más disgustado al no poder comer las ensaladas que
tanto le gustaban, al no tener manzanilla para las diferentes infusiones
caseras, al no poder hacer los adobos de antaño con el orégano, ni las
infusiones para los catarros ni para los dolores de estómago…Y va más allá en
su reflexión, expresada en público, y se pregunta quién hizo la ley y quién la hace cumplir, si
tenía conocimiento el primero del medio natural, si lo tiene el segundo o si
son leyes que mantienen puestos de trabajo aunque sean ineficaces. Y a él que
le gusta recordar frases aunque bien sepa que ésta no salió de boca de Cervantes, se le
ocurre decir, “COSAS VEREDES que no entenderes”.
Pobre Afrodita, diosa de la
belleza y el amor pagano, tú que con tanto cariño plantaste el orégano para tu
satisfacción y servir a los humanos y ahora el hombre del siglo veintiuno lo
deja a su suerte, dice que lo protege y la maleza lo hace desaparecer. Vuelve
Afrodita, vuelve en razón a los illuminati
y permite que los hombres, los
paganos(los que viven en el campo) igual que gozan del amor, disfruten de esta maravillosa planta como a lo largo de los
siglos ha sucedido.
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