jueves, 7 de julio de 2016

ORIGANUM VULGARE


Dicen que no se puede cortar el orégano, ni la pamplina, ni la manzanilla…, que son especies protegidas, que hay que dejarlas que crezcan a su libre albedrío. Y el hombre de pueblo, acostumbrado a coger lo uno, lo otro y lo otro sin “esos grandes conocimientos del medioambiente” se sorprende y se pregunta, ¿cómo es posible esta normativa si toda la vida hemos aprovechado estas plantas, las hemos cortado año tras año y aquí continúan? Y con la mente práctica del lugareño, el conocimiento y observación del día a día se vuelve a preguntar ¿y si yo no las corto y el ganado las come y el desconocedor senderista las pisa, qué sucede con las plantas protegidas? Y dice más, ¿si el campo se llena de zarzas y plantas invasoras y hacen desaparecer cada una de ellas, es lo normal o es delito humano por abandonar el territorio? Y sigue reflexionando y se acuerda de que limpiaba la regadera y todos los años cortaba dos y hasta tres veces la pamplina y bajo los robles y muchos otros lugares  cogía orégano y en el abierto pastizal recogía la manzanilla amarga y así año tras año desde que se conocía y desde siempre como sus antepasados le habían explicado. Al desalentado paisano no le entra en la cabeza y no puede estar más disgustado al no poder comer las ensaladas que tanto le gustaban, al no tener manzanilla para las diferentes infusiones caseras, al no poder hacer los adobos de antaño con el orégano, ni las infusiones para los catarros ni para los dolores de estómago…Y va más allá en su reflexión, expresada en público, y se pregunta  quién hizo la ley y quién la hace cumplir, si tenía conocimiento el primero del medio natural, si lo tiene el segundo o si son leyes que mantienen puestos de trabajo aunque sean ineficaces. Y a él que le gusta recordar frases aunque bien sepa  que ésta no salió de boca de Cervantes, se le ocurre decir, “COSAS VEREDES que no entenderes”.


Pobre Afrodita, diosa de la belleza y el amor pagano, tú que con tanto cariño plantaste el orégano para tu satisfacción y servir a los humanos y ahora el hombre del siglo veintiuno lo deja a su suerte, dice que lo protege y la maleza lo hace desaparecer. Vuelve Afrodita, vuelve en razón a los illuminati y  permite que los hombres, los paganos(los que viven en el campo) igual que gozan del amor, disfruten de esta  maravillosa planta como a lo largo de los siglos ha sucedido.

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