El pasado día treinta tuvimos la
oportunidad de conocer dos nuevos lagares rupestres en pagos del término
municipal de San Esteban no escudriñados hasta el momento. Juan Gil nos alertó
del primero de ellos, lagar pequeño de único recipiente, lleno de cantos y
aparentemente bien conservado. Se localiza en el borde de actual pradería,
junto a un gran bolo granítico y rocas de menor entidad. Se sabe que esta
parcela, antes de convertirse en pastizal, fue campo de cultivo de cereal y fresón
durante la segunda mitad del siglo XX.
Guiados por la intuición, nos
dirigimos hacia otra demarcación a poco más de medio kilómetro del anterior
lugar y como la suerte a veces acompaña al que la busca, en el interior de un
cercado que debió alternar agricultura y ganadería surgió otro pequeño lagar enterrado, cuestionable seguramente
para quienes son ajenos al tema. Aunque
no se ha excavado, las dimensiones de la pila mayor están claras. Menos evidente
es el pilón al estar enterrado y verse solamente el corte en la piedra por
donde discurriría el mosto.
Si nos referimos a lagares, con
seguridad que en el lejano pasado hubo cultivo de vid, bien claro que con formas
muy diferentes de las que conocemos en la actualidad. El antiguo poblado de
Santa María del Rando, citado en el Libro de la Montería de Alfonso XI y del
que desconocemos sus orígenes, es posible que aglutinara estos territorios en
algún momento aunque no se descarta un poblamiento de gran diseminación en
tiempos remotos.
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