¡Silencio!, caminemos despacio,
penetremos bajo la arbórea bóveda y sintámonos parte de la naturaleza. No hay
nadie, ningún humano nos perturba. Árboles, arbustos, el canto de los pájaros y
los seres invisibles acompañan nuestro recorrido.
Todo está en sombra en rededor,
hasta la mullida senda de hojas muertas por donde guiamos nuestros pasos.
Apenas penetran algunos rayos. Miramos hacia lo alto y contemplamos la luz solar
entre las altas copas de quejigos,
castaños y centenarios madroños. Ya están
madurando los frutos; madroños y bellotas siembran el suelo; ya se aprecian hongos
tras las lluvias y la suavidad térmica.
Seguimos caminando y la magia del
lugar se apodera del ser que se adentra en el bosque. Reina la paz en esta
prodigiosa naturaleza donde sentimos el chasquido de la hojarasca mientras
hacemos camino. A un lado y otro de la vereda, desnudos y combados trocos
de lauriformes madroños se elevan sobre rastrera hiedra que oportuna y adherente trepa
hacia las alturas en varios de ellos. Dispersos
eméticos y medicinales ruscos siembran a
trechos este jardín donde se retuercen cual columnas salomónicas coces del
dominante Arbutus unedo en los que
observas la huella del jabalí, su dentellada y rascadero.
El silencio del encantado e
imperturbable rincón nos traslada a leyendas surgidas en otros bosques de mágica significación y gratísimos recuerdos
en nuestros viajes. ¡Si Bécquer, Machado o Rosalía hubieran transitado bajo la
fraga serrana…!
¡Qué paraje! La mirada del
verdor, umbroso y cerrado espacio nos conduce hacia el macaronésico territorio
de la laurisilva. Salvando las distancias, grande es su parecido.
La desconocida y rica fronda rezuma
belleza, alegra el espíritu, inspira
sosiego e insinúa benévolas leyendas…
Este mágico y precioso bosque
está en nuestra Sierra de Francia para el disfrute respetuoso de los humanos.
Pidamos que perdure por siglos sin la injerencia del hombre ni accidentes
naturales.
Excelente descripción que nos lleva a esos parajes serranos llenos de vida. Un bosque que siempre quise para mi tierra y que nos quitaron. La Sierra de Francia siempre la tuve en cuenta y la sigo recordando, disfrutando y cuidando como un legado especial que nos dejaron nuestros antepasados en la cual se dejaron la piel para que ahora podamos seguir disfrutando, así que no nos queda otro remedio que seguir sus pasos y que perdure en el tiempo. Esperemos y luchemos para que así sea.
ResponderEliminar