RECÓNDITO LUGAR:
No es el “Bíblico Jardín” ni los
Elíseos Campos donde moran los Dioses; es un rincón profundo y apartado al lado
de un arroyo, entre fresnos, quejigos, saucedas, prados… Y a escasa distancia, paredones de viñedo, reliquia de cultivo ancestral.
Es…, un poético lugar que cuerpo y espíritu alimenta.
Bulle la vida sin cesar en el
entorno de la corriente. Un permanente murmullo de cantos que se entrecruzan
puebla el fresco y arbolado rincón al tiempo que el agua entona su propia melodía.
Abundan los huidizos ruiseñores, los jilgueros, mirlas, herrerillos,
oropéndolas… Los fresnos visten tierno y bello verde, las retamas lucen
amarillo ropaje; las violetas forman perfumados círculos, las aguas florecen
con sus característicos ranúnculos, el siempre verde rusco se adorna con el
rojo de sus frutos; brilla el botón de oro y la cornicabra; tímidamente apuntan
lirios y quejigos… Pronto florecerá la madreselva. Y mientras todo ello sucede
junto al agua, poco más arriba, las vides lloran y empapan la tierra. Son
lágrimas de sufrimiento, del corte de ramas y venas. El agricultor ha podado estas cepas viejas.
¡Qué contraste! Mientras hierve regocijo en el
arroyo, la vid solloza. Y entre vides y ribera el hombre de campo que escucha
la agradable sinfonía, observa el llanto de la parra y piensa: pronto cicatrizará la rama herida y vendrá abril con sus lluvias,
vientos o tormentas y la vid aguantará. Llegará mayo y quién sabe si vendrá
tardía helada que congele las yemas y la vid resistirá. Llegarán junio, julio y
agosto y la vid soportará el sol que
quema. Llegará septiembre y el fruto maduro aliviará penas y afrentas. Llegará
octubre y noviembre y ya hay una nueva cosecha del elixir de Baco, alimento y
quita penas. Y así año tras año, primavera tras primavera
¡Pobre cepa que sollozas, qué sería de ti si
el hombre no te hiciera llorar, no te cuidara o atendiera; morirías en poco tiempo
y de nada servirían tus ramas viejas!
¡Oh vieja vid que cubriste esta
tierra; vid cultura y alimento del mundo mediterráneo, vid que poco a poco
desapareces de este territorio fruto de la incuria de los humanos!
Y en medio de esta naturaleza, en
parte silvestre, en parte humanizada, el agricultor se hace preguntas y se da
respuestas. ¿Acaso no hay similitud entre la vida de la parra y la humana
existencia? La vid sufre y llora antes de alumbrar nueva vida; crece, da
frutos, alegrías y a veces tristezas. ¿Y los humanos? También sufren, lloran, cicatrizan sus heridas…, procrean, viven
en regocijo, viven en tristeza. Lástima de los seres que por la ambición del
otro sufren hambres, muertes y guerras. Pero…
¿Qué sería del resto de los hombres si no hubiera convivencia, si no hubiera personas
con cariño y amor, gentes desprendidas que alimentaran el alma y aliviaran las
penas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario