Mientras crece la tarde y se
expanden las sombras, sopla el cierzo y vuelan las nubes lejanas, una extraña forma de algodonosa estratigrafía extraterrestre,
siembra parte del firmamento al unísono que el sol se oculta tras los desnudos árboles y la
pendiente montaña que despide fulgores de engañosas llamas vapuleadas por el
viento de la gélida tarde de invierno.
Cuando ya los campos se cubren de
lóbrego atavío y los rayos del postrero sol palpitan en refulgentes nubes, otras más elevadas,
vaporosas, oscuras y amenazantes despiden la escena vespertina invernal.
Unos cielos preciosos.
ResponderEliminarYa veo que estás al tanto de las publicaciones en el blog. También observo que estás muy activa en tu faceta relacionada con la moda y que te mueves como pez en el agua.Mucha suerte y un abrazo. Joaquín
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