Fue vía tradicional de
comunicación humana entre pueblos cercanos, de arrieros,
de
intercambios
festivos...; fue camino de
herradura, de tránsito del mular hacia los bosques y campos de cultivo, de idas
y venidas de hombres y mujeres a huertos y explotaciones de frutales, de
agricultores leñadores para talar robles, quejigos, los pequeños vástagos de
las trepolleras, las gruesas y rectas vigas del castaño regoldano. Fue la
tierra donde
pequeños y mayores
recogieron
madroños, castañas,
avellanas, hoja para los establos,
ramaje para el caprino, gamón para el porcino...
¿Qué permanece de la primitiva actividad humana? Poco o nada. Cambian los tiempos, el paisaje y sus usos. Ante el paisaje de trabajo y sustento, los nuevos tiempos han traído abandono de
sendas y explotaciones agrarias.
El bosque se desarrolla a su antojo, el jabalí
arrasa cuanto encuentra y el transitado camino que permanece se ha convertido en vía deportiva y otro tipo
de alimento; el del espíritu.
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