martes, 15 de marzo de 2022

HUBO VIDA...

 

Con los ojos de hoy, al contemplar tan abrupto paisaje de arriesgadas pendientes,  de inmensos pedregales, bolos, caballeras peñas, escurridizas lajas y lanchones, difícilmente podemos entender, valorar e interpretar la vida que fluyó en esta tierra cuando las bocas eran muchas, las necesidades de subsistencia acuciantes y el tiempo carecía del mercantilismo actual. Y, sin embargo, esta hostil naturaleza, generó recursos desde remotos tiempos hasta la segunda mitad del pasado siglo conforme a comportamientos  nacidos muchos siglos atrás  transmitidos de generación en generación. La fuerza y el ingenio humano con sus animales de carga, narrias, arados ancestrales, legones, azadones materos, destrales y otras herramientas no mecánicas domeñó y sacó fruto al bravío paisaje hasta hace pocas décadas.  Quizás, en el más lejano pasado, al amparo de los enormes berruecos, el hombre pudo asentarse y poco a poco ir dominando la cálida vertiente protegida de los fríos norteños,  bien asistida por las lluvias del SO, aprovechar fuentes, caza y matorrales para el ganado caprino. Más adelante, desde los núcleos estables, el tránsito diario a los campos de labor se convirtió en rutina, horas de camino y esfuerzo manual para seguir dominando y conservando el medio que le proporcionaba  alimento.






Han pasado solamente unas décadas y poco queda del paisaje productivo, unas cepas, algún cerezo y pequeño huerto. La vistosa imagen de primavera con los jaramagos cubriendo las escalonadas viñas y los más diversos frutales en flor es historia pasada. Los verdes contrastados de verano y los variados matices otoñales ya no es posible apreciarlos en los cultivos, sí en el bosque que se regenera y cubre buena parte del territorio.

EL BOSQUE OCULTA LOS PRIMITIVOS PAREDONES.


¿Qué permanece? Se mantiene la roca madre, a veces solapada por el bosque o el matorral invasor, paredes de bancales arruinados, restos de construcciones dispersas  y la estupenda labra de los lagares rupestres que con avidez la naturaleza oculta. El paisaje que costó siglos conquistar retorna al estado primigenio y la huella humana cada vez es menos perceptible



 









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