Cuando en determinados grupos de personas hablamos sobre los grandes castros vetones de la provincia de Salamanca, Berrueco, Yecla, Merchanas, Saldeana, Irueña..., para el ajeno provincial suelen ser grandes desconocidos; cuando la conversación fluye entre los habitantes de la provincia es sorprendente que a muchos no les diga nada ni el nombre vetón ni el de cualquiera de los castros. Quizá, por esta razón, en nuestras visitas a los castros siempre hemos encontrado soledad y paz para disfrutar de tan preciado patrimonio o grupos muy reducidos que en nada han interferido en el recorrido.
Si la ciudad de Salamanca es una joya, los paisajes serranos o de Arribes son fascinantes, las dehesas lugares por descubrir, los castros vetones son una maravilla constructiva, histórica y paisajística escasamente valorada.
Se trata de una riqueza patrimonial que a determinados niveles no tiene parangón a nivel nacional, que requiere conocimiento y mucha sensibilidad para valorar en toda su dimensión los lugares fortificados desde varios siglos a.C., aprovechados por los romanos y vigentes hasta el medievo.
Como ejemplo de majestuosidad, conservación y cuidado, de nuevo nos hemos fijado en el castro de Yecla de Yeltes, Yecla la Vieja. Mil doscientos metros de muralla, solamente interrumpida por las puertas de acceso, circundan el recinto habitado en el pasado. Llama la atención el espesor de los muros defensivos (entre seis y catorce metros), su altura (aproximadamente cinco en origen) y los numerosos grabados en el granito ( más de cien), amén del soberbio emplazamiento sobre el arroyo Varlaña y el cercano encajamiento fluvial de Huebra y Yeltes.
Sin duda, una obra colosal que merece la pena conocer. Es paisaje e histórica cultura a poco más de una hora de la ciudad de Salamanca.
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