Desde niños nos explicaron que el
río Alagón nacía en Frades de la Sierra, que “el Alagón por Coria y no por
Monleón”, que era el afluente más largo
del Tajo en España…
Poco más sabíamos de nuestro río
si no era a través de la observación directa cuando se producían las grandes
crecidas que inundaban la Era la Puente, llegaban hasta las viñas e incluso
rebasaban el puente por la margen derecha; cuando llegado el verano recorríamos
el río de charco en charco desde la Huanfría al Becerril, al charco Nogal o al
Molino, a la Pesquera de Abajo, Charquito Redondo, Pesquera la Roza, Cahocito, Montero,
La Seria, etc. Cuando cortábamos los ramos de fresno para las cabras o las
cuidábamos junto al río; cuando se recogía el mimbre que sirviera de vilortos
para atar los “manicios”; cuando por “Tosantos” asábamos las castañas bajo el
puente mientras tañían sin cesar las campanas; cuando utilizábamos las “pellas”
para coger los peces; cuando íbamos a nidos y veíamos el andarríos, el martín pescador,
la lavandera (saltonera) que anidaba en el Chorrero, el ruiseñor, la mirla…
Con los años hemos recorrido,
observado, leído, disfrutado el río de nuestra infancia y muchos tramos de la
misma corriente de agua desde el nacimiento hasta la desembocadura en el Tajo.
Dicen los filólogos, estudiosos
de la toponimia, aunque hay controversia y no estudios definitivos que, Alagón
significa río, corriente de agua, como también
significan lo mismo Arrago, Arga, Aragón, nombres todos de ríos y cuya
raíz AL/AR procede de la vieja lengua
preindoeuropea…
Parece ser que a finales del
siglo XII se nombra a este río como “Alabón” y es llamativo que en algunos
pueblos de la Sierra de Francia y en ciertos grupos de personas siga llamándose
de la misma forma al cambiar con frecuencia la b y la g.
El Alagón es un río singular:
nace en la meseta norte, en la conocida históricamente como Sierra Menor,
transita lento por la amplia cuenca de recepción de cabecera, peniplano de límites difusos con las cuencas
de los ríos tributarios del Duero; cruza el Sistema Central y desemboca en el
Tajo en la meseta meridional. Es uno de los ríos de España que roba aguas a
otra cuenca hidrográfica, concretamente a la del Duero debido al menor nivel de
base que sus afluentes; es lo que se conoce como captura fluvial al ser la
erosión remontante, auténticos zarpazos naturales, lo que propicia la captura
de aguas que en origen no le pertenecían. Discurre por una fosa hundida
fuertemente erosionada por la red fluvial siguiendo líneas de falla de mayor o
menor entidad que proporciona un ámbito biológico diferenciado del resto de la
provincia. La brecha que abre en el Sistema Central, de dirección dominante
NE-SW es clave en la climatología de las diferentes comarcas de la cuenca del
río.
Si las altas tierras de la
cabecera fluvial, por encima de los 900 metros de altitud, presentan escasos
desniveles y son ocupadas por praderías y montes huecos de encina, roble,
quejigo o fresno, años atrás muchos de ellos campos de cereal, es en las
proximidades de Monleón cuando las diferentes corrientes excavan un lecho bien
perceptible que va dejando al descubierto la roca madre pizarrosa, más adelante
granítica, y donde la incisión fluvial irá modelando un paisaje muy diferente
del que domina aguas arriba.
Los aportes del Riofrío en
Monleón dan vida a un exiguo caudal que
deja al desnudo la roca berroqueña, la sortea, pulimenta y excava en un
discurrir cada vez más pendiente y encajado. Fresnos y alisos de ribera
acompasan la corriente dejando en el interfluvio enormes roquedales, matorrales
y bosques de robles así como vestigios de viejo poblamiento y leyendas
recreadas en el romancero.
Cuando las aguas llegan a la
Sapa, el conjunto granítico de blanquecinos lanchones, de bloques diaclasados,
pequeñas caídas por donde se desliza el río y abundantes marmitas y pilancones
dan carácter a un bravío paisaje en el que esporádicamente aparecen especies
protegidas como la cigüeña negra; más habitual es la presencia del jabalí y el
corzo que entre la maleza hallan refugio y en los charcos sacian la sed.
Desde la Sapa al Puente de Rando
se suceden remansos de cierta entidad y zonas de vado por donde sortear el río
a través de los conocidos pasiles o pasaderas. Los alisos llegan a formar
bosque galería y asombran algunos de los piélagos más representativos.
En Rando, la presencia del puente
del mismo nombre en la llamada por algunos “ruta de la cal”, se
convierte en un aliciente más en el fluir de las aguas, aquí todavía tranquilas
frente a los despeñaderos que surgirán durante kilómetros hasta pasar San Esteban. Las verdes masiegas,
los ranúnculos acuáticos, las floridas cicutas, los narcisos rupícolas y las
caprichosas formas pétreas, al margen de la vieja historia, dan al lugar un
atractivo especial que en todo momento
complace disfrutar. ¡Porque además, qué decir y qué sentir ante las perfumadas
violetas que crecen entre las piedras bajo los aliviaderos adintelados del
puente, ante los azulados jacintos, ante esa orilla de blanca piedra, marmitas
y arena, ante esa soberbia roca redondeada abierta cual corteza de naranja,
ante aquella que semeja un pez, ante aquella otra que parece la cabeza de una iguana
y aquella que aparenta un corazón…!
Sigue el río su curso sobre
pedernoso lecho que a veces oculta las aguas entre las numerosas diaclasas que
pueblan el cauce. Se forman pesqueras naturales cuando el resistente granito
tapona a manera de presa dejando remansos en los que permanece el agua ante los
dilatados estiajes y el río deja de fluir. ¡Qué importantes fueron en el pasado
para la cabaña ganadera caprina en aquellos veranos largos y calurosos!
Durante un trecho, Rando-Huertitas,
zigzaguea formando perfectos ángulos
rectos. Topa con verticales bloques que le cortan el paso y toma nuevos
derroteros, forma charcos con pequeñas playas de arena y en ocasiones los
árboles de ribera se acercan a la corriente. Se suceden acusadas pendientes en
las que impactan los enormes bolos graníticos cuando se miran desde el fondo
del lecho vestidos de musgo o rodeados de quercíneas, espinos, retamas y
variada vegetación. El inhóspito paisaje, difícil de transitar incluso en aguas
bajas, ofrece rincones de solaz cuando ausentes de la civilización te adentras
en estos escabrosos lugares en los que la cercanía del agua, la alisada y
limpia roca donde descansas te colman del esfuerzo del vertiginoso descenso. La
naturaleza pétrea, la abigarrada vegetación de las empinadas laderas, el vuelo
intermitente de rapaces, los escasos peces y la aparición fugaz de la nutria
acompañan al viajero que se adentre en estas soledades. Es naturaleza de retorno hacia el estado selvático primitivo
tras períodos en los que el hombre domeñó un territorio que hoy parece inverosímil.
¡Qué espectáculo cuando tras períodos
de lluvia el río se vuelve bravo! Desde lo alto se escucha cómo rugen las
aguas, cómo golpean las rocas y arrastran todo a su paso, cómo nada ensordece
tanto como el bramido del agua que no
cesa.
El cauce se dulcifica cuando el
Alagón llega al alargado charco del Vado, allí donde recibe al regato Verdugal.
A poca distancia, de nuevo se precipita entre los saltos de Valmedroso y las
Chorreras de Bajenoso para ir encajonado, de escalón en escalón y labrando el
más impresionante de los paisajes a su paso por los Callejones. El duro
granito, blanco y gris, es el lecho sobre el que discurren las aguas ya por suave
lancha u horadadas marmitas que se comunican entre sí y dan lugar a peculiares formas escultóricas, delicia para los ojos. Todo un capricho del eterno
fluir de las aguas acompañadas de arenas, cantos rodados y el movimiento en
espiral. Ante las grandes avenidas el
Alagón es un torbellino y este paisaje queda completamente cubierto.
¿Será quizá por ese abundante
roquedo, saltos y aguas bravas que en estas zonas se pescaban los más finos
“bordallos” del río, escasos en la actualidad por la introducción
incomprensible de otras especies de peces y el deterioro causado por los
vertidos en la cuenca superior amén del depredador visón llegado hace unos años
hasta nuestros ríos?
Al bello y quebrado cauce de agua
y piedra acompañan los vivos colores de primavera y otoño que tiñen la ladera
de verde, rojo, amarillo y ocre, colores de cornicabras, almeces, bardas, arces…
Continúa por recio trazado berroqueño,
sinuoso y retenido a trechos en charcos naturales u otros de creación humana que poco a poco han
ido perdiendo la función de pasado, abastecer molinos y almazara. Varios de los
antiguos escenarios de baño aparecen hoy irreconocibles. La arboleda de alisos
y fresnos de cuyas sombras tanto disfrutábamos en verano han engullido los
arenales y roban espacio a las aguas que asombradas muestran lóbrego aspecto.
Desde la umbrosa ubicación de San Esteban, distante de la
corriente, cuántas veces hemos contemplado el río desde el Portillo, la Santía
o la Roza y cuántas en el silencio de la tarde y la noche en las calles hemos escuchado el
paso de las aguas como si de permanente corriente de viento se tratara, fluir uniforme y constante donde no se
perciben las irregularidades del cauce y
que tan grato resulta al oído.
El Alagón contornea por norte y
oeste el pueblo de San Esteban y pasa
bajo el hermoso puente medieval, obra maestra
que fechan unos en 1388 y otros dos siglos más tarde, intercambiando el
tres por el cinco. Es la suya una fábrica de recio aspecto, ligeramente curvada
y elevada en el centro con cuatro arcos de piedra granítica, cimentados sobre la roca madre y que van en disminución
desde aquel por donde habitualmente discurre el agua hasta el otro extremo. Sillares perfectamente
escuadrados fijan el intradós de los arcos y robustos tajamares en ángulo
afrontan la corriente. En la construcción, además del granito, se han empleado
resistentes pizarras metamórficas de aspecto ferruginoso cuyo origen se halla cerca, allí donde se produce el cambio litológico de los granitos
a las pizarras. Bajo el puente, la erosión de las aguas, cual poderoso cincel,
nos regala espectaculares calderas (las
Calderas de Pedro Botero) como por aquí las llaman. En distintos lugares del
puente, tajamares y paredes, terebintos e higueras silvestres surgen entre las
piedras de la edificación.
Muchas veces nos hemos preguntado
acerca del momento y las razones de construcción del puente. No se trata de una
obra cualquiera si nos fijamos en su envergadura, máxime teniendo en cuenta que
la posibilidad de convertirse en vía rodada era prácticamente nula por las
enormes dificultades orográficas. Durante siglos si cumplió una importante
función al ser lugar de paso arriero entre núcleos de la Sierra de Francia y
las comarcas del llano o viceversa. El tránsito de vehículos (pequeños
camiones), tuvo lugar durante algunas décadas del siglo XX para poder acceder con
mercancía hasta el cercano pote a escasos cien metros del puente.
A poca distancia, el Arroyo entrega al Alagón sus cristalinas aguas, libres en la
actualidad de la intervención humana. No hay huertos que regar, ni ropa que
lavar ni pote donde fabricar aguardientes y alcoholes.
Desde la Pesquera de Abajo merma
la pendiente y el Alagón discurre sobre las resistentes pizarras metamórficas
que, a pesar de su dureza, la constancia de las aguas milenarias va puliendo y desgastando como pule y
desgasta la vida al hombre.
El molino del tío Miguel de la
tía Regina, junto al charco del mismo nombre, está en ruinas. El charco Nogal
se encuentra inaccesible y las Vaderas constituyen el más extenso bosque
galería de todo el entorno.
En el Becerril las aguas del
regato Valdecabras se precipitan de cascada en cascada por el hermoso paisaje fusión de agua, roca,
vegetación ribereña y mediterránea. Aguas abajo el charco Luengo hace honor a
su nombre como las fuentes y el charco de la Huanfría al suyo, lugar éste en el
que crecen los alisos, avellanos y almeces, donde los olivos ocupan la solana,
los castaños y canchales la umbría y las copiosas fuentes el final de la
pedriza.
Desde que el Alagón penetró en el
término municipal de San Esteban, hasta que lo abandona, ha descendido 250
metros aproximadamente. Ya en el término de Valero, describe bellos meandros encajados y recibe las regulares
aguas del Quilama que contribuyen a caudal permanente incluso en los largos
estiajes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario