Aquella mañana de invierno
nuestros amigos de Madrid nos pedían novedades acerca de hallazgos rupestres y,
claro está, nos acercamos a un bonito lugar donde en menos de cien metros
cuadrados habíamos localizado dos tumbas y un lagar.
Había pasado bastantes veces por
allí y no había visto indicios de nada más, pero ese día, anclado sobre el húmedo
suelo le dije a José Antonio que estaba seguro de pisar una tumba o un lagar a
lo que Angelina, incrédula, dijo que no se veía nada, que realizara una foto en
ese instante y otra cuando hubiera indagado. Pedía que se las enviara a ver si
era cierto o no.
La semana siguiente comprobamos
que no nos habíamos equivocado. Enterrado se encontraba un pequeño lagar
rupestre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario