lunes, 9 de octubre de 2017

POR TIERRAS DE GREDOS.

¡Cuántas veces he mirado la egregia montaña, los aserrados granitos de las cumbres, las laceradas rocas grises y  desnudas o vestidas por el inmaculado ropaje blanco!

¡Cuántas veces he mirado desde este balcón, cuántas lo he recordado con viento, nivosa ventisca, sol de la mañana o vespertino, quietud y silencio!

Ahora contemplo las nítidas y escarpadas laderas de verde y gris, de rocas que parecen desprenderse de la madre cordillera, de pinos que bate el viento, de pobres escobones y punzantes piornos. Miro hacia las hermosas Herrerías por donde culebrea la calzada otrora transitada por legiones, por arrieros de las Cinco Villas, por las avileñas que trashuman, por los senderistas que cruzan las montañas… Abajo Cuevas del Valle, agazapado entre el verde de los cultivos y resinosas plantas, expuesto al cálido sur y resguardado por los altos roquedales de los aquilónicos vientos. Sobrecogedor mirador, con fondo de bruma, azulada lámina de agua y ordenadas nubes, telón de fondo.


Desciendo con cautela hacia el enorme barranco por donde discurren mermadas las aguas que afluyen hacia el Tiétar a través del Ramacastañas. Entre bolos y lajas berroqueñas los enebros sobreviven míseres de agua y tierra, más grisáceos de lo normal por la acusada sequía. Los rojos tejados destacan entre la fronda de pinares y los cultivos escalonados del soleado conjunto de Cuevas del Valle.

Sin descanso, la vía desciende más y más hasta la villa de Mombeltrán donde el castillo emerge como señor dominante de tierras y hombres. ¡Qué bella perspectiva desde el pequeño jardín con palmeras y las muelas de almazara con el azulado cielo como fondo del cuadro!


La carretera se dirige hacia Ramacastañas, cruce de caminos y famoso por las Cuevas del Águila aunque el gran público las conozca más como Cuevas de Arenas de San Pedro. En poco más de veinte kilómetros hemos salvado cerca de mil metros, siempre entre la verde fronda del dominante pinar que ha sustituido de forma gradual a los antaño estupendos cultivos aterrazados y bosques autóctonos.

¡Qué emoción de nuevo volver a sentir la preciosa comarca de pueblos en la vía principal, de colgados núcleos de ladera, de  la  extensa selva que trepa por las cuestas, del suave clima de influencia sureña, de ese valle  fondo de saco que se abre hacia el Tiétar; de la historia de esos hombres trajinantes, siempre en vela; de ese paisaje luminoso que salvando las distancias tanto se parece a nuestra tierra!

Nunca me canso de mirar, nunca de sentir, nunca de volver una y mil veces al mismo lugar. Éstas son las Cinco Villas, las Herrerías de Ávila, las tierras al sur de Gredos, preludio de la  Andalucía de Ávila.