domingo, 15 de enero de 2017

EN LA MISMA ROCA...



Desde cierta distancia nada diferencia  esta roca de otras del entorno, resaltes todas ellas de  granito entre matas de roble, ligeramente cubiertas de tierra, cantos y musgo, incipientes bardas y “barceos”. Acercándose, de inmediato se percibe intervención humana en uno de los lados de la redondeada peña. Observada con detenimiento un lagar rupestre de doble cavidad, con bastante tierra y piedras en su interior,  salta a la vista. Más sorprendente era descubrir que sobre el mismo bloque de granito y enterrado hubiera otro lagar, éste de único recipiente.




domingo, 8 de enero de 2017

PAISAJES CON HISTORIA:RANDO


Explica el profesor Tomás Labrador que el topónimo Rando alude a límite de una determinada demarcación. Cree que tiene que ver con “randa”, puntilla o encaje de una prenda que se encuentra en el extremo de la misma. Si aceptamos tal interpretación no hay duda que desde el punto de vista de la división territorial, Rando es límite, en la actualidad, entre los términos municipales de San Esteban de la Sierra, Los Santos y el Tornadizo. Desconocemos las demarcaciones en el pasado. Ahora bien, geográficamente hablando, Rando, sería el extremo  de un paisaje  cuyas características físicas  de relieve relativamente suave difieren del  más escabroso  de la Sierra de Francia, localizado más hacia el sur siguiendo el encajamiento del Alagón.

En el siglo XIV, en el Libro de la Montería, se cita el lugar de Santa María del Rando; sin embargo, no sabemos a través de otras fuentes escritas desde cuando se venía utilizando el nombre. No sabemos tampoco si en la citada fecha o con anterioridad fue límite de alguna demarcación o dominio como señala el profesor Labrador.

De lo que no hay duda es de la existencia de un primitivo asentamiento humano que se despobló en el siglo XVI y cuyos restos han permanecido en parte visibles a pesar de la intervención humana a lo largo de los  tiempos.

La demarcación geográfica de Rando se extiende por ambas márgenes del regato de Rando o del Rodero, cerca de la confluencia con el rio Alagón y abarca hasta el arroyo Aceitero o del Husillo y el que conforma éste y el regato de los Santos.

Lo que en la actualidad es una verde y agradable pradería, interrumpida por el bosque de robles, afloramientos graníticos y la coronación residual de un dique de cuarzo, fue tiempos atrás tierra de linares y más tarde de huertas tal como se recoge en el lenguaje popular al referirse a los “linares de Rando” o a las “vegas de Rando,” establecidas en el entorno del regato. Las zonas de riego se abastecían del arroyo y varios pozos localizados en las inmediaciones. Alejados del regato se encontraban campos de cereal,  áreas de fresas durante algunas décadas de la segunda mitad del siglo XX y zonas de matorral y robledal de explotación silvo-pastoril allí donde el roquedo era más evidente y el suelo más endeble.

Por este ameno paisaje de suaves formas de transición  discurre la calzada que unía Tamames con Béjar y cruzaba el Alagón a través del denominado Puente de Rando, uno de los escasos lugares de tránsito del río en el pasado si exceptuamos el puente  medieval de San Esteban y los pasiles o pasaderas de rocas hincadas, curso arriba, apropiadas para el hombre en aguas bajas pero no para carruajes. Durante al menos dos siglos fue el único puente hábil para carros en esta zona del curso del Alagón ya que el puente medieval de San Esteban no tenía continuidad por vía rodada.

Aunque hay quien habla de la existencia de restos de época romana en el Puente de Rando,    (Tomás Labrador), la fábrica del mismo parece pertenecer a los siglos XVII y XVIII. No se sabe a ciencia cierta si tuvo algún cometido militar o si por el contrario fue obra de importancia exclusivamente económica al unir dos centros feriales como Tamames y Béjar (mercados de los martes y los jueves respectivamente) y servir para el transporte de la cal desde la microcomarca de la Calería hasta la población bejarana y alrededores. Aun no figurando como vía pecuaria, hubo tiempos en los que los ganaderos trashumantes, procedentes del sur, equivocaron el cordel  que pasa por los Santos con esta ruta.

Deteriorados parte de los pretiles del puente y alguna de las paredes laterales así como  el aliviadero, camino del Tornadizo, posee gran interés tanto en el arco mayor como en los aliviaderos adintelados y tajamares de forma angular, ligeramente elevados  sobre el cauce y que servirían para mejor desagüe en tiempos de crecidas. Es  peculiar la curvatura de entrada, viniendo desde el Ventorro, y son estupendos y bien labrados los sillares del conjunto.  El arco central es de tipo rebajado apoyado en un lateral sobre la roca madre granítica y en el otro sobre los perfectamente escuadrados sillares, siendo el intradós del mismo material y la misma perfección. Se trata de una buena obra de ingeniería, toda ella en granito y de gran armonía  con el medio.

 El firme de piedra machacada y compactada  se mantiene en un tramo de la calzada camino del Ventorro permaneciendo en aceptable estado el resto del trayecto.  Por el contrario, la cuesta que se inicia poco después del puente en el término municipal del Tornadizo está en situación de gran deterioro debido a la erosión de las aguas y el abandono de la ruta como vía carretera. En el pasado, con seguridad fue uno de los trechos que requirió  permanente atención de mantenimiento por la acusada pendiente.

Aguas abajo del puente de Rando, las escultóricas formas de las marmitas, de las rocas de las márgenes y los diferentes charcos ofrecen un atractivo más para los visitantes que se acerquen a conocer  la arquitectura vial.

Si la suerte acompaña, la visualización de la avifauna y ciertos depredadores pueden hacer más grato aún el recorrido de este apartado y atractivo lugar.

Distante de la ruta se encuentran los restos del primitivo poblamiento de Rando donde son visibles las acumulaciones de piedras de las antiguas viviendas, las arruinadas paredes de la ermita, varias tumbas excavadas en la roca, una era sobre lanchón granítico, restos de antiguo corral y a poca distancia un lagar rupestre que por el aspecto denota gran antigüedad.