miércoles, 31 de mayo de 2017

JORNADA ENTRE LAGARES


El día amaneció nublado  con pronóstico de lluvia y negras nubes entre Mirandela y Valpacos que predecían lo peor.

Tras breve organización frente al multiusos que había servido para las ponencias de los días precedentes, el renqueante microbús emprendía rumbo por las calles de la población para adentrarse por serpenteantes y estrechas carreteras no exentas de pendientes acusadas. Pinares dispersos entre grandes bloques de granito, impenetrables matorrales otrora campos de labor y pastoreo, bellos viñedos y olivares intercalados entre la bravía naturaleza, casas diseminadas, pequeños lugares y ausencia de circulación mientras caían las primeras gotas y escuchábamos las explicaciones de Augusto.

Como si Zeus, dios de la lluvia y las fuerzas del firmamento, quisiera ser el más benigno de los dioses para los humanos que iniciábamos nuestra jornada entre lagares, cesaron las lágrimas del cielo en el instante que contemplábamos sobre la misma roca dos lagares de escasa profundidad, canal de desagüe y carencia de lacus.


No muy lejos, ascendiendo ligeramente la cuesta, nuevas estructuras, alguna de ellas de singular belleza. En el entorno, un horno con tégulas romanas recogidas en el exterior, paredes de antiguas edificaciones que podrían haber sido un conjunto perfectamente integrado y por doquier verde y espesa naturaleza entre la roca madre berroqueña.



El desbroce reciente abría camino hacia zonas más elevadas donde nuevamente encontrábamos lagares de bella factura y panorámicas de un paisaje montaraz abandonado a su suerte.




Después de un breve descanso donde tomar fruta y agua, punto más elevado de nuestro itinerario, caminamos por pequeña planicie de tierra esponjosa hace poco  trabajada donde una joven viña en espaldera y una plantación de olivo son palpable muestra de las grandes discontinuidades del paisaje trasmontano.

Descendiendo ligeramente, otra propiedad cuidada con esmero y un soberbio lagar con anclaje de prensa a poco más de cien metros,  inmerso el conjunto en el selvático medio.




Cerca, un curioso lagar junto a vieja edificación. Los bloques de granito allí encaramados para formar la estructura denotan otro tipo de lagar más moderno pero no menos interesante. A éste sucederá la visita de otros tres de similares características y según parece, todos ellos integrados en el interior de edificaciones que pudieron surgir a partir del siglo XVII y que hoy constituyen una huella ruinosa con indudable valor para conocer el pasado de la sociedad y la economía de Tras Os Montes.










Descendemos entre charla y reflexiones hasta las proximidades de la corriente que acompaña nuestros pasos hasta el lugar donde nos recoge el microbús.

A continuación nos acoge el pequeño núcleo de Santa Valha con cielo igualmente nuboso y agradable temperatura mientras un grupo folklórico parece disponerse a partir para actuar. Admiramos el magnífico trabajo de la piedra granítica al tiempo que vemos ermita, iglesia y noble edificio con inscripciones  y fecha de  construcción. De inmediato copiosos aperitivos y no menos abundante comida regada con los caldos rosados, blancos y tintos del Concejo así como el espumoso final.








Sin apena dar respiro, iniciamos la segunda ruta de la jornada con la visita de excavaciones de difícil interpretación que sin duda hablan de hombres y tradiciones de la geografía trasmontana. Si complicada de interpretar es esta huella humana, la que contemplamos en lo alto de un castro y en las siguientes excavaciones resulta enigmática.



Desde los niveles en los que nos hallamos, la quebrada geografía se expande entre cultivos de vid, olivo, almendro, picones graníticos donde crece el alcornoque, el roble, el pino invasor y el inextricable sotobosque por donde han abierto brecha para poder visitar el patrimonio. A pie de monte, dos magistrales lagares, regalo para los sentidos, nos proporcionan formas similares a las que conocemos de nuestros mejores lagares serranos con la diferencia de los anclajes de prensa en ambos lados del calcatorium en uno de ellos. ¡Qué belleza y qué increíble trabajo el llevado a cabo en la excavación y qué maravilla volver a utilizar las antiguas instalaciones para realizar el vino de Calcatorium que tuvimos la oportunidad de gustar!






En el camino, una sucesión de cruces labradas en la roca que tal vez hablan de la profunda religiosidad de estas gentes.

Toca terminar la estancia en Portugal y retornar a San Esteban antes de que sea demasiado tarde. El Toyota está dispuesto y la autovía nos llevará hasta Braganca y la frontera española. Alcañices, Zamora y Salamanca son puntos de nuestro recorrido en los que por la premura de tiempo no nos detendremos. La meta es San Esteban de la Sierra.

Si a lo largo de nuestros años de viajes hemos disfrutado de los mismos, este recorrido por Portugal tiene un significado especial. Quizá nos habíamos acostumbrado a simplemente soñar sin salir durante años de nuestro reducido mundo, por cierto espléndido. Recorrer nuevos paisajes, hablar con tantas personas de alta preparación, topar con la amabilidad como enseña de tantos vecinos portugueses nos ha emocionado y nos ha hecho sentir la satisfacción interior que cualquier persona sensible seguramente experimenta en lo más íntimo aunque no lo manifieste.

Muchísimas gracias a los trasmontanos por su simpatía y  gran disponibilidad en todo momento cuya realidad es muy distinta de la mala prensa que habla de ellos como retraídos y poco amables por esa influencia del difícil territorio, la emigración y otras vicisitudes históricas.

¡Gracias a cuantas personas han hecho posible el encuentro en este Primer Simposio Ibérico sobre Lagares Rupestres! Sin duda, una gran experiencia.


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