sábado, 29 de diciembre de 2012

RECUERDOS Y NOTAS DE VIAJE: SOS DEL REY CATÓLICO.


RECUERDOS Y NOTAS DE VIAJE: SOS DEL REY CATÓLICO.

¡Qué interesante panorama el que tengo frente  a mí! He cruzado el puerto de Sos, ochocientos cincuenta y seis metros sobre el nivel del mar y la mirada se recrea en el valle del Onsella, el del Aragón, las sierras de Leyre y las altas cumbres pirenaicas. Atrás quedan las tierras del llano, los horizontes infinitos y las resecas áreas de la Depresión.

De forma gradual entro en la zona de transición botánica en la que los quejigos ocupan gran extensión en las sierras pre pirenaicas que tengo a mi derecha. Mañana  caminaré hacia la España verde, la de los ríos claros y las montañas blancas.

He llegado a Sos, nombre con el que se conoció  este lugar hasta 1924 para después llamarse con el actual de Sos del Rey Católico por haber nacido aquí Fernando el Católico, primer rey de los distintos reinos y territorios de España tras la toma de Granada y la sumisión del Reino de Navarra.
Me he dirigido al Parador. Sopla  un viento hediondo que proviene de la papelera de Sangüesa. En recepción me han dado buena atención y me han asignado amplia y pulcra habitación. Me he acomodado y de inmediato he comenzado a  resumir lo más relevante de la jornada. Tras cena frugal me he ido a dormir. Necesito descansar.

Tras dormir profundamente, la luz del día me ha despertado. Es hora de desayunar y salir a las calles de este bello pueblo. Antes paseo por las galerías del Parador que sostienen pilares de madera y en las que la tranquilidad reina a estas horas de la mañana.

Sos se encuentra a seiscientos cincuenta metros sobre el nivel del mar en medio de un paisaje de permanentes quebradas que se rompen camino de Sangüesa. Es la suya una estructura alargada, estratégica y perfectamente acomodada a la topografía. Desde distintas perspectivas aparece como un caserío apiñado y ascendente que culmina en la esbelta Torre del Homenaje, por encima de la grandiosa iglesia que lleva el sello del románico. Es la iglesia de San Esteban. ¡Qué bella es su portada y qué atractivo su interior!
Esta urbe, capital de las Cinco Villas aragonesas aún conserva parte de su muralla. No es extraño que fuera plaza fuerte si tenemos en cuenta la importancia que adquirió tras la reconquista del siglo X, la anexión de Ramiro I en el siglo XI al reino de Aragón y la situación de frontera. ¡Cuántas escaramuzas no se habrán dirimido entre esta población y las de la vecina Navarra!

Las calles empedradas, estrechas, algunas sin salida, los arcos, escudos, ajimeces y las robustas construcciones de piedra labrada o sillarejo tendentes a la vertical nos retrotraen al lejano pasado del Medioevo  que algunos emparentan con el mundo musulmán a pesar de ser núcleo cristiano. Bellísimos los soportales, tantas veces recreados en la publicidad, la irregular plaza y el Ayuntamiento de magnífico alero; interesantes en la localidad, la Lonja y el Palacio de Sada; sublimes las perspectivas del caserío y del ámbito circundante desde la Torre del Homenaje.


No hay mucha gente en las calles. Se puede pasear en paz en una agradable mañana de estío.
Junto a la iglesia de San Esteban un ocioso habitante jubilado me explica que Sos había tenido más de tres mil habitantes y que ahora no llegan a mil. Me habla de la enorme presión humana  sobre la tierra a mediados del siglo XX, de los cultivos de vid, olivo y cereal, del abandono de los campos y la emigración a Pamplona y Zaragoza. Me informa del regreso de algunos de los naturales y de la rehabilitación del pueblo, de las personas adineradas que se han afincado, de las elevadas subvenciones y del turismo que no cesa en los fines de semana y vacaciones. “Sos no era así; ahora está más adornado, con flores en muchos rincones de la población y fachadas de las casas, más limpio y cuidado en todos los sentidos”.

Los cincuenta kilómetros de Pamplona y los poco más de ciento veinte de Zaragoza hacen que Sos, escaparate pre pirenaico, atraiga al turismo de retorno y al ajeno que sabe de su belleza y las buenas infraestructuras. Estupenda puerta la de Sos para iniciar viajes y excursiones por los pirenaicos valles de Navarra y Huesca.

Recorro calles y plazas, vuelvo sobre los pasos dados y no me canso de mirar la inefable atracción que estética e históricamente tiene la localidad.
Alrededor del mediodía las calles y bares se animan, los turistas miran, enfocan sus cámaras y captan imágenes para el recuerdo.

Voy camino del aparcamiento y siento que en breve dejaré atrás un núcleo singular, que marca huella en el viajero e invita de nuevo a visitar.


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