Un año más los alumnos de la Facultad de Geografía, españoles y Erasmus de Francia e Italia han visitado San Esteban de la Sierra y realizado la Ruta de los Lagares Rupestres en una mañana sin lluvia y cuajada de alicientes.
miércoles, 17 de mayo de 2017
miércoles, 10 de mayo de 2017
NUESTRO RÍO SE MUERE.
No dudamos de la buena intención
de quienes realizan un proyecto; sí dudamos de que aquello que se propone sea
lo más viable, correcto y de interés general, sobre todo cuando se observa lo
incompleto del mismo, la falta de imparcialidad y la cuantiosa inversión.
La razón de este preámbulo tiene
que ver con el Proyecto Cipriber, la Confederación Hidrográfica del Tajo y la
pretendida demolición de la pequeña presa ubicada en el Río Alagón en el
término municipal de San Esteban de la Sierra
que tradicionalmente ha servido para canalizar las aguas hasta la
Almazara; por tanto, ha tenido una función económica aunque no se utilice en
estos momentos. Pero…, quién sabe si en un futuro próximo no se podrían
requerir sus servicios.
Entre las razones esgrimidas para
el derribo se habla de la situación
irregular del azud, del IF o índice
de franqueabilidad que en este caso, según sus estudios, se establece en 100, es decir, el mayor de los
obstáculos. Por otro lado explican: “En
los últimos años se ha constatado la disminución de las poblaciones de
Ciprínidos en esta zona, como consecuencia de obstáculos transversales en los
diferentes ríos, que impiden los movimientos migratorios de estas especies y en
consecuencia la viabilidad a largo plazo de estas poblaciones.”Más adelante,
extraemos los siguientes párrafos: “… y
debido a la presencia de especies exóticas invasoras en la zona de actuación,
la vuelta de estos tramos fluviales a su régimen natural, se entiende que es en
si mismo una forma de lucha contra las mismas, al favorecer las condiciones de
caudal y sus eventos de sequía, a las que están más habituadas las comunidades
autóctonas”.
En dicho proyecto se habla de
regeneración de los ríos, restauración
del entorno, mejora de la continuidad y
el estado ecológico fluvial para compatibilizar la reducción del impacto
ambiental y los beneficios económicos de la explotación de las aguas…
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El azud de la Almazara no es una
barrera infranqueable para los peces mayor que los muchos obstáculos antrópicos
existentes en la misma cuenca hidrográfica aguas abajo y por supuesto de menor
entidad que las barreras pétreas naturales.
El gran problema de la ausencia cada vez mayor de peces y deterioro
ambiental habrá que buscarlo en los vertidos, en la falta de depuradoras, en el
abandono de las márgenes fluviales y la escasa limpieza realizada en el cauce.
Las susodichas actuaciones poco conseguirán si no hay una coherente política
medioambiental, bastante más compleja que el intento de destrucción de una
pequeña presa con mejoras parciales de restauración...
Teniendo en cuenta que en este
tramo del río Alagón se producen largos estiajes y la conectividad de las aguas
es imposible, son estas láminas de agua las que permiten algo de vida en los
charcos o pesqueras naturales o de intervención humana donde los impactos
medioambientales son muy inferiores a los que se pueden ver en numerosos
afluentes del Alagón, sean piscinas naturales, escaleras, hormigonados,
chiringuitos…
Si lo fundamental es la
conectividad, no se justifica la destrucción total del azud. ¿No existen compuertas que se abren y cierran en función
de la época del año? ¿No hay en muchos lugares “escalas para peces” sin apenas
impacto visual?
Hasta no hace tantos años, las
especies autóctonas se pescaban a caña, con cicuta, lejía, coca, sulfato,
redes, cartuchos…, año tras año y…, un año sí y otro también había peces para
aburrir a los habitantes de todos los pueblos del entorno, bastante más
numerosos que en la actualidad. Llegaron los vertidos no controlados, los
núcleos sin depuradora, los plásticos, latas, bidones, y los listos de turno, quién sabe de qué
Universidad surgidos, que introdujeron voraces peces que acababan con las especies
propias del lugar. Desapareció el caprino que limpiaba las márgenes, el vecino
de turno que recogía leña junto al río, el que cortaba ramos para las cabras y
tras ello…, las restrictivas leyes dejaban todo a cargo de los entendidos en
medio ambiente y confederaciones que se debían encargar del mantenimiento y
restauración. ¡Qué ardua tarea para el que desde el despacho toma las
decisiones!
Si las barreras antrópicas
existían y las naturales también, cómo es posible que hubiera tantos peces en
cualquier lugar del curso del Alagón y no se extinguieran a pesar de tanta
pesca ilegal y tantas tropelías, inconcebibles
desde cualquier óptica en la actualidad. Cómo a pesar de las “barreras
infranqueables” las especies alóctonas
se han extendido por doquier. Tal vez los doctos en ciprínidos tengan
respuesta diferente a la nuestra.
Desde una óptica personal no se
justifica la demolición del azud ni por conectividad, ni por regeneración de
los ríos, ni por impacto visual negativo, ecológico o ambiental y por ende
tampoco porque se puedan conseguir beneficios económicos a posteriori.
Nuestro río se muere y las razones por las que ello sucede son de
conocimiento público. Se muere por los vertidos de una y otra índole, por el
abandono de las márgenes cuya mancha forestal absorbe incluso las aguas de
charcos que antes permanecían con vida durante el estío, por las numerosas
sombras creadas por la vegetación donde
no medran los ciprínidos, se muere por la introducción de especies alóctonas
que vete a saber a qué iluminado se le ocurrió… No se muere por lo que algunos
consideran “barreras infranqueables”, antrópica en el caso que nos ocupa, la
Pesquera del Puente Nuevo.
¿Qué explicación nos dan los
expertos a los piélagos muertos durante el estío cuando tiempo atrás eran lugar
de baño durante todo el verano? Dirán que es el cambio climático. Todo influye
pero desde septiembre del 2015 hasta finales de junio del 2016 cayeron 1350 mm
y a principios de agosto la cabecera del Alagón agonizaba.
Y para acabar con el alegato a
favor de la no demolición conviene recalcar que toda la zona tiene graves
riesgos de incendios que ponen en peligro la naturaleza y al mismo hombre. Son
estas pesqueras el primer auxilio ante lo no deseado por lo que quizá habría
que abogar por la existencia de mayor número de láminas de agua de bajo impacto
salvo que la política ambiental y contra
incendios cambie de signo. “Mejor es prevenir
que lamentar”.
sábado, 6 de mayo de 2017
GENTILEZA DE ENRIQUE COBOS
Hace varios años que había
intuido la existencia de algún lagar rupestre en la zona del Palomar pero la
búsqueda no había dado resultado alguno. Al final, la intuición ha dado sus
frutos. Esta semana, Enrique me comentó que limpiando una zona abandonada donde
se acumulaban numerosas piedras había visto una pileta que no podía explicar la
función que había cumplido. Tras el primer golpe de vista supe que era un
lagar, bastante deteriorado por cierto. En él se conserva en buen estado el pilón con la excavación
central en forma de plato y un lateral labrado, descubierto al quitar parte de
la tierra de lo cubría. Ha desaparecido el bocín y es perfectamente visible la
pendiente de la que fue pila mayor.
miércoles, 12 de abril de 2017
¡SORPRENDENTE!
En los alrededores de esta
primitiva excavación en roca de granito hubo en el último tercio del pasado
siglo viñas, campos de cereal, huertos, tierras de fresón y áreas de monte
aprovechadas para el pastoreo.
Nada queda de los cultivos.
Grandes retamas, zarzas, jaras, carrascas y matas de roble se han apoderado del
territorio en el que los muros de los bancales aparecen derruidos.
Ante la huella remota, evidentes
vicisitudes de la Historia y los radicales cambios de los últimos tiempos cabe
preguntarse si algún día este paisaje sufrirá una nueva transformación…
jueves, 9 de marzo de 2017
EXTREMADURA
DESDE CASA RURAL FUENTES DE ABAJO.
POR LA HERMOSA EXTREMADURA.
Atravesamos el Sistema Central
por Puerto de Béjar para salvar en pocos kilómetros el gran escalón que separa
las mesetas norte y sur. Serpentea la carretera nacional camino de Baños de
Montemayor donde el agobiante tráfico del pasado ha desaparecido. Desde el
automóvil tendemos la mirada hacia la población balnearia entre las abruptas
laderas que aún conservan algunos
bancales cultivados sobre los que se eleva el enorme muro de contención de la
autovía. Cruzamos la longitudinal arteria cuajada de servicios para el turista
hoy menos concurrida que en periodo
estival y cuando ésta era la vía principal de comunicación entre Extremadura y
Castilla y León.
Dejamos al margen el bellísimo
enclave de Hervás, tantas veces visitado, al tiempo que las agradables
temperaturas, el despejado azul cielo y el alborear de la primavera acompañan nuestros
pasos hacia Aldeanueva del Camino y los pueblos de ladera de la Tras Sierra donde nuevamente la carretera
se empina y culebrea entre cultivos aterrazados, berruecos y bosques de robles que se adueñan de buena parte de un paisaje en
el que el agua de las gargantas alegra con su canto saltarín e impacto visual
los descansos en el borde de la vía.
¡Qué hermoso es detenerse en
estos pueblos cuyos nombres y ubicación siempre nos han sorprendido!
Gargantilla, Segura de Toro, Casas del Monte, los tres posados en la falda a
medio camino entre las cumbres y el casi llano territorio que a través del
Ambroz vierte sus aguas hacia el Alagón. Si bello es mirar hacia las alturas de
roquedales y arboledas dispersas todavía sin germinar, maravilloso es disfrutar de las diferentes tonalidades que ofrece la
llanada de Abadía, la Granja, Zarza…, la
azulada lámina del embalse de Gabriel y Galán en el encajado Alagón y los no
menos llamativos matices de las montañas
que se expanden por el norte y el oeste.
Mientras caminamos, cautivan los
naranjos repletos de fruto, las rosadas flores de prunus y melocotoneros, los
amarillos jaramagos de una parcela, la paz de las empinadas calles, los
sorprendentes restos de pasadas
civilizaciones y la afable charla con los lugareños de peculiar y agradable
deje sureño.
De vuelta al llano, salpicado de
cultivos dispersos, verdes dehesas,
encinares sin fín, olorosos jarales…, viajamos con parsimonia por carretas
solitarias donde nada ni nadie obstaculiza las placenteras sensaciones de quien
pone los cinco sentidos en todo aquello que le rodea. ¡Inefables son los sentimientos
que embargan el alma…! ¡Qué emoción mirar hacia los campos que se tiñen de
blanco y amarillo entre el verde claro del herbazal y el oscuro de la encina;
contemplar el elevado semicírculo montañoso de blanco, azul, verde y gris;
detenerse en una ribera donde crecen los ranúnculos acuáticos junto a restos de
viejas construcciones, observar el vuelo bajo y pausado de la gris garza de
largo cuello, la cigüeña blanca que picotea en la charca o el perseguidor vuelo
del milano real tras el chillón y negro córvido!
Estás saboreando la belleza de los campos, escuchas las aguas del Ambroz y sabes que a
poca distancia te espera el arte y la historia de la ciudad de Cáparra. Entras
en el centro de interpretación, reflexionas con las imágenes del vídeo y te
sumerges en las explicaciones de los diferentes paneles informativos. Sales al
exterior y en la primaveral tarde recorres las excavaciones de la que
probablemente fue, antes de la llegada romana, centro vetón; más tarde, importante municipio romano en
privilegiado emplazamiento en el Iter ab Emerita Asturicam, la principal vía
romana que comunicó el occidente ibérico.
No hay nadie; en el silencio y la soledad sigues las indicaciones, te recreas en los restos de viviendas, en las termas, en Kardo y Decumano, en el arco tetrápilo, en el lugar del antiguo foro, insulae y tabernae, en el sitio que ocuparon las Ventas de Cáparra, en la empedrada ruta y…, desde la puerta suroeste tornas la vista hacia los campos circundantes donde pastan las ovejas y cómo no, vuelves sobre tus pasos, miras hacia las montañas y los pueblos colgados, bellos a la luz de la tarde y verdadero espectáculo cuando viajas en la noche y las luces de los pequeños lugares te acompañan como desperdigados vigías del camino.
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