viernes, 27 de noviembre de 2015

CLAUSTRO DE LA CATEDRAL RODA DE ISÁBENA



Hay lugares que te conquistan y emocionan al primer golpe de vista. Uno de ellos es el pequeño pueblo oscense de Roda de Isábena, localidad que conocimos por primera vez en un recorrido por las comarcas del Sobrarbe y la Ribagorza. Habíamos salido de Graus donde confluyen los ríos Esera e Isábena y queríamos remontar el segundo de los ríos, llegar hasta Bonansa para después dirigirnos hacia el valle de Benasque y los Montes Malditos.

Al llegar a la altura de Roda, presumiblemente la Rota romana, la primera sorpresa fue el  llamativo puente románico de un solo ojo  de tan bella factura como el que habíamos contemplado en Capella de varios ojos.  Desde allí podía apreciarse ligeramente Roda de Isábena encaramada sobre  un cerro en forma de mesa en el que destacaba la torre de la catedral porque, aunque pueda parecer extraño, esta población fue sede episcopal ribagorzana desde mediados del siglo X hasta que en el siglo XII se estableció en Lérida.

Entrar en Roda nos pareció como llegar al más hermoso y cuidado lugar que hubiéramos visitado. La fábrica pétrea era  de cuento, tanto en los edificios nobles como viviendas particulares. Su catedral con cripta, un lujo para los amantes del arte así como el claustro y todo el conjunto artístico a pesar de la expoliación que había llevado a cabo el conocido Erik el Belga. Llamativo nos resultó escuchar el nombre de San Valero, la arqueta con sus restos y la cripta bajo su advocación.

El claustro, de aspecto rústico en muchos de sus capiteles sin esculpir, tiene otros  de enorme interés escultórico y diversidad de epígrafes funerarios en el intradós de los arcos (dicen que el más rico existente en Huesca). En el centro del rectangular claustro del siglo XII existe un aljibe que recogía las aguas procedentes de los tejados, cubiertos al estilo de otros norteños con lajas planas.


El claustro, repleto de plantas bajo los arcos de medio punto, siempre nos resultó motivo fotográfico de primer orden y un placer pasear por  aquella maravilla artística. De ahí la gran cantidad de diapositivas  que en los diferentes viajes realizamos y que hoy plantea problemas de digitalización.   

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