miércoles, 16 de abril de 2014

RECÓNDITO LUGAR

RECÓNDITO LUGAR:
No es el “Bíblico Jardín” ni los Elíseos Campos donde moran los Dioses; es un rincón profundo y apartado al lado de un arroyo, entre fresnos, quejigos, saucedas, prados… Y a escasa distancia,  paredones de viñedo, reliquia de cultivo ancestral. Es…, un poético lugar que  cuerpo y  espíritu alimenta.

Bulle la vida sin cesar en el entorno de la corriente. Un permanente murmullo de cantos que se entrecruzan puebla el fresco y arbolado rincón al tiempo que el agua entona su propia melodía. Abundan los huidizos ruiseñores, los jilgueros, mirlas, herrerillos, oropéndolas… Los fresnos visten tierno y bello verde, las retamas lucen amarillo ropaje; las violetas forman perfumados círculos, las aguas florecen con sus característicos ranúnculos, el siempre verde rusco se adorna con el rojo de sus frutos; brilla el botón de oro y la cornicabra; tímidamente apuntan lirios y quejigos… Pronto florecerá la madreselva. Y mientras todo ello sucede junto al agua, poco más arriba, las vides lloran y empapan la tierra. Son lágrimas de sufrimiento, del corte de  ramas y  venas. El agricultor ha podado estas  cepas viejas.
                                                
¡Qué contraste! Mientras hierve regocijo en el arroyo, la vid solloza. Y entre vides y ribera el hombre de campo que escucha la agradable sinfonía, observa el llanto de la parra y  piensa: pronto cicatrizará  la rama herida y vendrá abril con sus lluvias, vientos o tormentas y la vid aguantará. Llegará mayo y quién sabe si vendrá tardía helada que congele las yemas y la vid resistirá. Llegarán junio, julio y agosto y la vid  soportará el sol que quema. Llegará septiembre y el fruto maduro aliviará penas y afrentas. Llegará octubre y noviembre y ya hay una nueva cosecha del elixir de Baco, alimento y quita penas. Y así año tras año, primavera tras primavera

¡Pobre cepa que sollozas, qué sería de ti si el hombre no te hiciera llorar, no te cuidara o atendiera; morirías en poco tiempo y de nada servirían tus ramas viejas!  

¡Oh vieja vid que cubriste esta tierra; vid cultura y alimento del mundo mediterráneo, vid que poco a poco desapareces de este territorio fruto de la incuria de los humanos!

Y en medio de esta naturaleza, en parte silvestre, en parte humanizada, el agricultor se hace preguntas y se da respuestas. ¿Acaso no hay similitud entre la vida de la parra y la humana existencia? La vid sufre y llora antes de alumbrar nueva vida; crece, da frutos, alegrías y a veces tristezas. ¿Y los humanos? También sufren,  lloran, cicatrizan sus heridas…, procrean, viven en regocijo, viven en tristeza. Lástima de los seres que por la ambición del otro sufren hambres, muertes  y guerras. Pero… ¿Qué sería del resto de los hombres si no hubiera convivencia, si no hubiera personas con cariño y amor, gentes desprendidas que alimentaran el alma y aliviaran las penas?

















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