sábado, 31 de octubre de 2020

DESDE SIERRA MAYOR

 

 Es mañana templada de otoño que de ligeras brumas cubre  infinitos horizontes.

A un lado de Sierra Mayor se abre el profundo abismo por donde discurre el Quilama, se suceden las redondeces de  vieja geología entre los  insondables surcos de la Sierra de Francia, la penetrante fosa del Alagón y la lejana divisoria de  Tras la Sierra entre el Jerte y el Ambroz.

Al otro lado de la Sierra, una mancha inmensa de caducifolias en ladera se funde con las quercíneas de hojas perennes y marcescentes que se prolongan por el peniplano hasta la Sierra Menor, divisoria de cuencas fluviales y diferentes condiciones ambientales.




domingo, 25 de octubre de 2020

ANTIGUA BODEGA

 Visitando la antigua bodega de un amigo, además de añejo vino, nos encontramos con algunas curiosidades: interesantes carteles, albarcas de esparto, cepos que jamás utilizó, cántaros de latón, manijas de siega, aros de madera para las primitivas cubas...








domingo, 18 de octubre de 2020

SINGULAR LAGAR RUPESTRE

 


Estamos ante un tipo de lagar en el que el hombre se ha aprovechado de lo que la naturaleza rocosa le ofrecía. En este caso, la concavidad natural.

Entre la diversidad de formas, tamaño, roca de excavación, mayor o menor complejidad, hallamos algunos lagares en los que la intervención humana se ha limitado a excavar un surco por el que fluyera el mosto realizando un rebaje en el mismo en el cual insertar probablemente la corteza de un árbol para dirigir el líquido a un recipiente. Es lo que pensamos tras contemplar varios lagares de características similares con escaso trabajo humano y cuyo rebaje en el canal coincide con el existente en muchos lagares de un seno bastante más elaborados. 

En aproximadamente medio kilómetro cuadrado nos encontramos con tres lagares que ofrecen mucha similitud en el aprovechamiento de la roca de granito. ¿Podrían ser los más primitivos o los de familias con menos medios?

DIFERENTES CARAS DE LA ROCA.



LAGAR


DETALLES



La concavidad tiene tres metros treinta por tres treinta.


lunes, 12 de octubre de 2020

DE SORPRESA EN SORPRESA.


 


La agradable tarde de otoño había deparado gratificantes sorpresas. Avanzaban las horas y se imponía el retorno a pie hasta la pista donde estaba aparcado el coche. Como la suerte y la intuición a veces se alían, al unísono que el sol seguía su curso, surgió un nuevo hallazgo. No sería el último antes de que declinara el día.

Visualizado un conjunto rocoso prominente, llamaba la atención la peña caballera en  difícil equilibrio. Tomando imágenes de la singularidad granítica, la percepción de un pequeño orificio en la parte superior fue el móvil, pista e inclinación para subir al peñasco. Lo intuido se convertía en admirable realidad. En lo alto, un lagar rupestre, sorprendente por ubicación teniendo en cuenta la situación de otros muchos y la abundancia de lanchones graníticos a nivel de suelo donde poder excavar.









Aquel promontorio, visualizador de hermosas perspectivas, planteaba numerosos interrogantes, la labra en altura, el acceso, los pequeños pasos labrados, las oquedades, unas naturales y otras de intervención humana… ¿Qué razones tuvo el hombre para elegir y tallar semejante lugar? ¿Fueron móviles nacidos del alma, de las sagradas creencias, de la contemplación, de una ocultación económica…? Nunca sabremos los motivos reales aunque nos preguntemos una y mil veces acerca de ello y nos sintamos perplejos ante el quehacer humano del pasado.


Junto al peñasco de facies diversas, vertical, diaclasado, con accesible pendiente, una tumba semienterrada.



 En el camino de vuelta, tres nuevos lagares rupestres, dos de una cavidad y otro con calcatorium y lacus.


OTRAS CARAS DEL ROQUEDO





miércoles, 5 de agosto de 2020

CANCHOS DE LOSA PARDA

HACIA LOS CANCHOS DE LOSA PARDA.
Atrás quedan el “Prao Majuejo” y el “Prao Buenavida”. Surgen los primeros rayos de sol al tiempo que los senderistas siguen la amplia vía que tradicionalmente conducía a Valdelacasa. La mañana es apacible. Se respira olor a hierba seca, olor  que incrementa la suave brisa en el prolongado silencio de los campos. Es sábado y aún no se escuchan los tractores de los ganaderos que cada mañana frecuentan los ganados. Los caminantes siguen su curso bastón en mano y mochila a la espalda por la pista sin tránsito.
Acaba territorio de San Esteban y los caminos de concentración de los Santos nos acercan al cruce de caminos y la Cañada Real Soriana Occidental entre el ya despierto bullicio del rabilargo y las bandadas de inquietos abejarucos  que surcan  el cielo entre incesantes e inconfundibles chillidos. Los paneles informativos anuncian rutas de mayor o menor envergadura así como explican las Vías pecuarias que recorren estas tierras. Al borde del camino, una remozada cruz de granito  recuerda un trágico suceso sobre el que desconocemos qué ocurrió. Posiblemente una muerte en alguna reyerta. Una pareja que llega al lugar ha oído hablar de ello;  también desconoce a ciencia cierta qué aconteció.
A nuestra izquierda, soberbias paredes acotan los prados del vacuno donde entre el césped reseco crecen robles y fresnos. En el interior, las casetas de lajas de granito, guardan pienso, sirven de refugio a la ganadería y ocasionalmente al hombre.
A poca distancia comienzan los almohadillados y espinosos piornales que viven entre las fisuras del granito o las arenas de descomposición pétrea. Es enteco suelo en el que salvo estas plantas acomodadas al frío, al viento y pobreza de nutrientes no permite el desarrollo de otra vegetación. Allá donde el suelo es más profundo, en las pequeñas vaguadas, las bardas y el roble sustituyen a las espinosas plantas.
Se asciende con suavidad hacia el combado afloramiento del batolito granítico donde la vida desaparece por completo a la par que han quedado impresas las huellas seculares de extracción de piedra. Es la ancestral labor de cantería que tanto han explotado los vecinos pueblos, de forma particular el de los Santos. Estamos en los CANCHOS DE LOSA PARDA, testigo de cantería, de refugio del conejo entre el extenso piornal y de la  más grande tormenta que recuerdan los nacidos por estos pagos.
Nos encontramos  en el punto más elevado. Hace fresco y luce el sol para agrado de  caminantes. Reina de nuevo el silencio en las amplias soledades del ingente, resistente, inhóspito y  yermo suelo, interrumpido de tarde en tarde por el mugido de alguna vaca o el menos agradable ruido de motor en la lejana carretera.
Entre el gran domo y otro de menor entidad se expande una hermosa pradería cercada con su alargada caseta y dos bellos rodales de robles. Más lejos, el verde  melojo ocupa grandes extensiones. Al fondo, la montaña se eleva con  grises y azulados tonos, formas aserradas o redondeces de vieja geología.
¡Cuántas sierras, pueblos y lugares de menor entidad se contemplan desde aquí! ¡Cuántas pequeñas cosas colman de satisfacción la visita al emergente, magistral y compacto bloque!
Permanecemos durante tiempo en lo alto sin que nadie asome por allí ni perturbe la paz de esta bravía Naturaleza. A punto de partir, tres ciclistas pasan entre los piornos siguiendo el camino que nosotros realizaremos de retorno. Es hora de volver.