martes, 4 de agosto de 2015
jueves, 16 de julio de 2015
MIRANDO AL CIELO, CONTEMPLANDO EL HORIZONTE...
Las diferentes imágenes de la exposición han sido realizadas en puntos distintos del término municipal de San Esteban de la Sierra: Chorrito, Eras del Prejón, Bajenoso, Prado Concejo, Cruz del Monte, Muñiquero, Riscos de los Pajares...
En todas ellas hay una mirada hacia lo alto y hacia el horizonte, buscando una luz singular o extrañas formaciones nubosas.
Las fotos han sido tomadas con una olympus 500 y objetivos 14-45 y 45-150.
Esperamos que sean de vuestro agrado.
miércoles, 17 de junio de 2015
Por el Camino de Valero
Hoy, una vez más y ya no sabemos cuántas hemos realizado el Camino de Valero, camino de
ocio que fue antes vía de trabajo y comunicación humana, desde época de la Prehistoria,
tal como nos dice el Padre Morán y sobre el que hace tiempo escribíamos:
“Próximos entre sí e incomunicados
directamente por vía rodada, San Esteban y Valero se han relacionado
históricamente a través del "camino", un camino hacia el esfuerzo y
la subsistencia difícil de apreciar en
toda su belleza cuando el paisaje era trabajo para vivir y no disfrute de los
sentidos”.
Y hoy, como en
otras ocasiones recordábamos lo ya escrito:
“Al compás del
ritmo viajero, nos asaltan preguntas sobre la historia anónima de hombres y
naturaleza en espacios tan singulares y enigmáticos. Probablemente el camino
oculta muchos sinsabores, en medio de sutiles satisfacciones ¡Cuánto trabajo de
carboneo, pastoreo, de aterrazamiento, de ir y venir cada día al trabajo
constante, muchas veces sin remuneración ni fruto alguno¡ ¿ Quién recuerda al
pastor en las interminables jornadas expuesto a todos los agentes
meteorológicos? ¿Quién al constructor sudoroso moviendo tierra y piedra?
¿Cuántos saben de “La Inés
y Fernandico” que descalzos y con la cesta como compañera iban a recoger las
medicinas a la farmacia de San Esteban?”
Y hoy también
nos hemos emocionado al recorrer tan
bello paisaje del que decíamos:
“Cabe
preguntarse, ¿sintieron quienes tanto trabajaron, la luz, la floración, los
olores, los colores, los cambios constantes del relieve, el aire fresco sobre
sus rostros, la sombra de la encina o de un canchal, el agua fresca de fuentes
o regatos ? Seguro que en el diario esfuerzo hubo un placer callado y nunca
escrito ante el olor del cantueso, del orégano o la mejorana; ante la flor del
brezo o de la jara; ante el alivio del descanso a la sombra de la encina; ante
la sed saciada en una fuente limpia y cuidada. Posiblemente el sentir de las
pequeñas cosas, de los continuos cambios de la naturaleza, hizo felices a los
hombres que tantas fuerzas dedicaron a tan bella pero pobre y compleja
naturaleza. Tal vez el duro medio provocó arraigo y el hombre, sin lugar a
donde ir y sin nadie a quien quejarse ni a quien pedir, se hermanó con la
naturaleza y así vivió durante siglos. ¡Cuánta
huella de la historia en el secular trabajo del serrano, en los caminos
empedrados y colgados en el vacío, en los cauces domeñados, en las artesanas
paredes, en la diversidad de escaleras de acceso, en esos paredones que
sostienen un pie de olivo y cuya tierra probablemente fue transportada a
hombros...!
Ante la marea
humana que transita los caminos también podemos preguntarnos si lo hacen por
moda, snobismo, deporte, si se sienten impregnados de los diversos matices del
paisaje, de sus hombres y su historia. Es posible que la historia se repita de
otra forma y que el camino del esfuerzo para sobrevivir se haya transformado
en camino de peregrinación para huir del
mundo urbano y vivir, quizás sobrevivir
a la vorágine de los tiempos. Cabe pensar que para el hombre de hoy es
como la vía peregrina cuyo significado va más allá del mero deporte.
Es difícil no
emocionarse ante tan maravillosas perspectivas, ante cada recodo del camino,
ante ese muro de pizarra que sostiene el empedrado de otro empinado sendero de
herradura que asciende sin cesar. Es preciso ver y detenerse ante el arriscado
paso que tenemos ante nosotros. Grandioso, sin duda, el punto al que hemos
llegado. Es un espolón rocoso donde el camino discurre suspendido sobre el
abismo que media entre el Cancho de Valero (Balcón de Pilatos) y el curso del
río Quilama. Este balcón, protegido por humana intervención, es uno de los más sobrecogedores puntos de
nuestro recorrido. Pisamos sobre
descarnada piedra que suena a hierro y sobre nosotros se apilan desnudas pizarras. Algunas se tiñen de
amarillos líquenes, de tan llamativos colores que resultarían difíciles de
imitar por el mejor pintor. En la ladera de enfrente crecen espesos matorrales
en increíbles declives y las terrazas
protegen cultivos. Al fondo, por un lado, avistamos Valero; por el otro, la Junta de los Ríos y el
Torozo ¡Qué estupendo sitio para descansar y relajarse con la mirada!”
Y como antaño concluimos:
“Este sencillo
artículo es un humilde pero sentido homenaje a cuantos hombres y mujeres han
habitado estas tierras, han trabajado como nadie y han legado un patrimonio que
poco a poco se oculta a los ojos. Es el reconocimiento hacia tantos y tantos
anónimos artífices que no tienen nombre en la Historia pero la hicieron
domesticando el paisaje y en el ir y el venir del camino”.
jueves, 11 de junio de 2015
¿CONOCÉIS ESTAS HOJAS, FRUTOS Y USOS?
En nuestros recorridos de campo, desde
Casa Rural Fuentes de Abajo advertimos a quienes nos acompañan de su peligro y
aplicaciones, especialmente cuando vienen
menores.
Seguramente muchas personas al ver
las imágenes reconocerán de qué se trata y le darán un nombre aunque sea
equivocado.
En San Esteban de la Sierra es
denominada “uva de perro,” con la que tiene algún parecido. En realidad es la
Dioscorea communis, NUEZA NEGRA, planta
peligrosa si se ingiere el fruto, mortal en la mayor parte de los casos. Sus
frutos rojos han sido utilizados para friegas en situaciones de tos y dolores
corporales pero es la raíz la que tiene mayor poder terapeútico ante
contusiones, artritis, reuma…
Habrá alguien que sepa acerca del
uso de sus tallos tiernos; me equivoco?
sábado, 30 de mayo de 2015
RECUERDOS Y NOTAS DE VIAJE: CAPADOCIA
Los viajeros han realizado un
largo trayecto. El autobús ha cruzado el Bósforo y se ha adentrado en la
Península de Anatolia, la tierra “por donde sale el sol” para los griegos. Se
ha detenido en el camino y los turistas han tomado un te acompañado de delicias
turcas, los típicos lokum. Al mediodía, tras la visita al monumento de Ataturk,
“padre de la patria” y la comida en un rosado restaurante de Ankara, los
viajeros se dirigen hacia Capadocia, vocablo de origen persa que tal como
explica el guía significa “el país de
los hermosos caballos”, no sin antes pasar junto al inmenso lago Tuz, “lago
salado”.
La tarde todavía era moza cuando
los pasajeros comenzaban a contemplar en el recorrido algunos de los espectaculares
paisajes de esta región única. Un gran recibimiento inesperado en el hotel,
cena sin tacha y algunos pronto a dormir y recuperar; otros, a continuar
haciendo la noche joven.
A lo largo de cuatro intensas
jornadas, una pequeña parte de los paisajes, la rica historia y la vida
cotidiana han sido objetivo del variopinto grupo, siempre conducido por
singular guía.
Emociona recorrer esta lejana
región, territorio cosecha de los volcanes, encrucijada en las rutas anatólicas
y la milenaria Ruta de la Seda, asiento
de las viejas civilizaciones del Neolítico, hitita, frigia, meda, persa…, todo un elenco
de culturas que de una u otra forma dejaron su huella. No fue ajena Capadocia a
la influencia helenística y romana ni al cristianismo de los primeros siglos,
primero influenciado por figuras como San Gregorio Nacianceno y San Basilio y
más tarde desde Constantinopla o Bizancio ¡Cuántas obras de carácter religioso
entre monasterios, iglesias, eremitorios y ciudades subterráneas donde
practicar el culto o huir de las persecuciones jalonan la geografía de
Capadocia! No faltan las mezquitas fruto de la posterior ocupación selyúcida y
otomana que, tal como nos explican, fueron permisivos con la religión cristiana
aunque poco a poco ésta fuera disminuyendo.
Viajar por Capadocia, sus
fantasmagóricos paisajes, sus localidades trogloditas cual nidos excavados en
las compactadas cenizas volcánicas, las más de cuatrocientas iglesias a golpe
de pico, los hermosos frescos en valles donde nadie habita, sus más de treinta
ciudades subterráneas…, es la mayor sorpresa que cualquier viajero puede
percibir. Solamente grandes obras como Santa Sofía, las pirámides de Egipto, el
legado de Grecia o Roma…, pueden llegar a impactar en la misma medida.
Bajo un cielo que se antoja
raquítico, una geografía ora blanquecina, ora gris, ora ocre, ora dorada, se
expande por kilómetros y kilómetros entre los dos grandes volcanes que
arrojaron miles de toneladas de roca y ceniza que con la posterior erosión y la
antrópica intervención dieron lugar al paisaje más soberbio que uno pueda
imaginar. A veces semeja dunas de desierto, a veces pingüinos apiñados, otras
chimeneas de “hadas”; en ocasiones, enormes falos totémicos bajo los que desde
lo alto se ven diminutos seres que de forma rudimentaria labran una tierra
moldeable, mullida como ceniza que es,
sin apenas hierba en un territorio donde las lluvias parecen escasas.
Nimio es el turista ante tan ingentes formas residuales de la erosión.
Es abril y nada ha germinado;
hombres y mujeres podan viñas de pobre aspecto sin alineación alguna. Los
frutales son todavía yertos esqueletos leñosos. Solamente un diminuto lirio
alegra por su color y apariencia desconocida en un mundo tan peculiar. Sendas
estrechas suben y bajan entre el laberinto de parcelas de cultivo y las mil
formas caprichosas del indescriptible panorama.
¡Cómo no impresionarse ante
tantas y tantas chimeneas horadadas, tantos templos rupestres con frescos
bizantinos, el descubrimiento de un caravanser, aquella preciosa cerámica con
perfecto dibujo de azul añil y turquesa, la fabricación de tapices o la visita
a la ciudad subterránea de Kaymakli con su
gran profundidad y capacidad para tres mil personas, según nos comentan!
Recorrer Capadocia es un placer
para los sentidos y una lección viva de naturaleza, Historia, arte,
laboriosidad, supervivencia… Es como retrotraerse a la génesis de un
territorio, contemplar los diferentes procesos de conformación del mismo y ver
la mimética convivencia entre hombre y medio, la milenaria intervención sobre
un paisaje que originaron las telúricas
fuerzas. De las entrañas del volcán surgió la tierra y en la misma el hombre
excavó con ingenio su vivienda donde desarrolló las más bellas formas del arte.
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